TecnoXplora » CienciaXplora » Astronomía

MÁS ALLÁ DE LAS SONDAS VOYAGER

¿Deberíamos mandar señales a exoplanetas lejanos para saber si están habitados?

El debate científico está servido: ¿vale la pena mandar mensajes a exoplanetas cercanos que pudieran albergar vida? Las dudas sobre si serviría para algo y los miedos sobre lo que pudiéramos encontrar dividen a la comunidad científica

Arecibo

Aún el mayor radiotelescopio de un solo plato del mundo. Wikicommons

Publicidad

Un nuevo debate se ha abierto en la sede del instituto SETI (Search for ExtraTerrestrial Intelligence) de Mountain View, el centro privado nacido con el apoyo de Carl Sagan y que lleva más de 30 años buscando evidencia de vida en algún rincón del universo mediante la exploración de alguna tecnología ‘extraterrestre’ o de sus reminiscencias. Para ello cuentan con varios proyectos que filtran e interpretan las posibles señales de origen no natural que llegan hasta nosotros. Pero, ¿y si la estrategia es equivocada? ¿y si no estamos acertando al buscar emisores? ¿No sería más práctico que nosotros emitiéramos señales a todos los exoplanetas conocidos para ganar la batalla al tiempo?

La controversia está servida. Y no es un problema banal. Se llama proyecto METI (mensajería para inteligencia extraterrestre) y es una idea antigua (tan antigua y real como la sonda Voyager) pero absolutamente contrapuesta a la filosofía original del Instituto SETI.

El disco de oro de las Voyager fue el primer intento por contactar con otras posibles civilizaciones, pero hasta sus creadores tenían esperanzas nulas en su éxito. El mensaje tardará otros 40.000 en alcanzar las proximidades de la estrella más cercana a nuestro sistema solar. Para entonces ya le habrán adelantado otras posibles señales de radiofrecuencia o que viajen con la luz, y eso sin contar con la tecnología que desarrollemos en los próximos milenios. El voyager no es más que un intento poético por reafirmar el desarrollo de nuestra civilización con el lanzamiento de una botella dentro del océano cósmico.

La idea ahora es ser un poco más realistas y mandar mensajes interestelares adaptados y que no necesiten un tocadiscos. Se trata de un viejo proyecto de uno de los científicos con más peso del SETI, Douglas Vakoch: utilizar el radiotelescopio más grande del mundo, el observatorio de Arecibo de Puerto Rico, para empezar a enviar mensajes a estrellas y sus planetas a 80 años luz de la tierra. Cuanto más nos demoremos más tardemos en obtener una posible respuesta.

El fundador del instituto, el astrónomo estadounidense Frank Drake, propuso una ecuación (de su mismo nombre) para estimar la cantidad de civilizaciones en nuestra galaxia susceptibles de poseer emisiones de radio detectables. Según la ecuación original (corregida ya varias veces), y dependiendo del ritmo de formación de estrellas y de la fracción de estrellas que tienen planetas en su órbita, hay unas 10 posibles civilizaciones nuevas detectadas al año con posibilidad también de recibir mensajes. Y esto solo en nuestra galaxia.

Aunque las posibilidades son casi infinitas el problema real y tangible es otro: el tiempo y la distancia.

En el mejor de los casos, los exoplanetas más próximos a la Tierra que no son puramente gaseosos y con alguna posibilidad de albergar vida están a distancias superiores a 10 años luz. Esto significa que un mensaje enviado por nosotros tardaría un mínimo de 20 años (ida y vuelta) en volver a la tierra después de ser recibido e interpretado por una supuesta civilización avanzada. El diálogo sería prácticamente imposible.

De hecho, ni siquiera la ausencia de respuesta implicaría la existencia de un planeta listo para nuestra colonización. Podría explicarse también por la prudencia o la existencia de una civilización organizada pero incapaz de comprendernos, ¿para qué hacerlo entonces?

El instituto está dividido por todos estos problemas y más. Los partidarios de adoptar la M y los que defienden el argumento klingon: si nos destapamos como civilización inteligente a otras que lo son más, corremos el riesgo de ser invadidos. El propio Stephen Hawking es anti METI. Cree que pasaría como con los nativos americanos y los europeos. Lo que venden unos como el descubrimiento del paraíso, para otros es una catástrofe genocida.

Vale, todo esto es ciencia ficción, pero también es pura lógica ¿Merece la pena correr el riesgo? ¿Si realmente hay civilizaciones más avanzadas allí afuera, por qué no nos han mandado mensajes comprensibles para nosotros? ¿Es la prudencia y el silencio de estas comunidades más inteligentes el verdadero camino a imitar?

Quizás la respuesta sea otra. Muchos científicos creen que el proyecto SETI es una pérdida de tiempo y de recursos que podrían dedicarse a otros menesteres, aunque sus fondos sean de origen eminentemente privado. Desde el SETI siempre se ha defendido antes del éxito o fracaso el poder inspirador de compromiso y de cohesión de toda una civilización unida por una causa hermosa. La realidad es que un enfrentamiento entre científicos por el SETI-METI produciría un clima de tensión que pondría en peligro la financiación de un amplio sector de proyectos de investigación similares.

La única conclusión de la reunión en la Asociación Americana para el Avance de la Ciencia con los científicos del SETI del pasado 13 de febrero fue que, en cualquier caso, una discusión científica, política y humanitaria de todo el mundo es absolutamente necesaria antes de enviar cualquier mensaje. Es decir, no habrá mensajes.

Publicidad