Uno de los principales problemas de la peste desde el punto de vista logístico y sanitario, era dónde enterrar los cuerpos. Boris Izaguirre habla con Manuel Alonso, encargado de patrimonio de la Iglesia de Sant Just i Pastor, quien cuenta cómo eran los enterramientos por los fallecidos por la peste negra en Barcelona.
"Fueron muy complicados porque hubo una gran mortandad en la ciudad", explica Alonso, que destaca que "no había suficientes personas para enterrar a los difuntos ni suficientes cementerios y lugares donde poder depositar las inhumaciones" por lo que se iban acumulando los cuerpos. Todo ello hizo que, finalmente, se crearan las fosas, "esos espacios enormes donde depositaban los cuerpos para aprovechar al máximo posible el espacio", explica el encargado de patrimonio de la Iglesia de Sant Just i Pastor.
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Boris Izaguirre y Manuel Alonso entran en la sacristía de la Basílica de San Justo, donde se encontró una sagrera de la peste negra. Era una fosa de cuatro metros de largo, tres y medio de ancho y uno y medio de profundidad en donde se hallaron 120 cuerpos. "Había mujeres y hombres apilados en 11 capas, completamente desnudos", explica Manuel Alonso, que señala que "algunos con algún resto de tejido, supuestamente lino y cubiertos con cal para descomponer el cuerpo y aprovechar el espacio". Además, se calcula que en un espacio cerca de este habría otra fosa común. "Continuaría seguramente la misma y se hallarían unos 400 cuerpos", explica Alonso.