Norma Duval comienza el viaje más personal de su vida de la mano de Albert Espinosa. El camino a casa ha llamado a su puerta y ella ha atendido a su reclamo. Ahora, la vedette y artista da los primeros pasos de este recorrido por el Madrid de su infancia, el lugar donde todavía no era Norma, sino Puri.

Para empezar, como no podía ser de otra manera, se encuentra con el presentador a las puertas de su antiguo colegio. Para su sorpresa, varios alumnos la esperan allí para saludarla. "Mira, que me emociono", reconoce ella ya con un hilo de voz. Pero pronto se recompone para hacerles las preguntas que ella considera indispensables.

"¿Sigue estando la cancha de baloncesto?, ¿las monjas juegan ahora a baloncesto?". Los chicos se quedan impactados. "No", responden al unísono. "¡Ay, qué pena! Con nosotras jugaban", lamenta. "Ya quedan muy poquitas", le informa una estudiante. "Las mías ya no estarán", piensa de pronto Norma. En su recuerdo siempre está sor Mariluz. "No sabéis cómo era. Conducía en la época. Modernísima".