El joven no se atreve a dar su nombre. Ni siquiera uno inventado, pero no quiere dejar de denunciar las atrocidades a las que le sometieron, arrestado por ser gay. "Nos apaleaban varias veces al día, con tuberías, no nos daban de comer, nos molían a patadas, nos escupían a la cara", cuenta.
Y así, hasta dos semanas, cuenta: "Tras días con las heridas abiertas, la gente empezaba a oler a carne podrida". Creyó que no saldría de allí con vida, y más cuando le "tocaba" una de las torturas más perversas: la electrocución.
"Querías quedarte inconsciente para que te dejaran en paz, pero no. Te electrocutaban 20-30 segundos, te desvanecías, paraban, te recuperabas y vuelta a empezar", relata el joven. Todo, para que "delataran" a otros homosexuales o activistas.
Recientenmente, las fuerzas rusas detuvieron a una veintena de activistas que protestaban por estos desprecios a los Derechos Humanos.