El viaje ya ha terminado pero Ismail aun sigue teniendo miedo y, por eso, pide ocultar su rostro. Hace apenas un mes llegó a Lampedusa, Italia, huyendo de su propio futuro. "En mi país tenía mucho miedo a las pandillas, si les dices que no, te matan. Pero si les dices que sí, entrarás en su grupo y te obligarán a matar a gente sin razón", explica el joven.

Es una realidad habitual para los jóvenes en Somalia. Por eso él, con 16 años, quiso intentar el sueño europeo. Antes había que pasar por Libia, donde en los centros se hacinan decenas de candidatos a probar suerte en el mar.

Entre ellos, los menores son los más vulnerables a caer en las redes de mafia. A Ismail lo secuestraron para pedir un rescate a su familia: "Me golpearon y me obligaron a llamar a mi madre para pedirle 5.000 dólares. De lo contrario, morirás, me dijeron".

Luego vino el viaje, olas de diez metros y horas interminables en las que fue testigo de cómo los traficantes empujaban por la borda a los enfermos. Pero él tuvo suerte, el 15 de febrero fue rescatado. "Era muy peligroso, todos pensábamos que íbamos a morir, pero dios nos ayudó", contaba Ismail.

Ahora Ismail espera otro barco que le lleve a Sicilia para poder retomar su vida. Como él, 26.000 menores no acompañados han cruzado el mediterraneo solo en lo que llevamos de año. Cifras que evidencian una crisis humanitaria para la que Europa sigue sin dar respuesta.