Los restos de las dos mujeres fueron encontrados en un antiguo pozo en desuso en San Vicente de la Cabeza, Zamora, el pueblo natal de la madre del presunto asesino. Posteriormente, la policía también registró la casa familiar, que hoy se encuentra cerrada.
Raúl era el principal sospechoso, ya que su relato estaba plagado de contradicciones y lagunas para la policía desde el primer momento. Finalmente, su teléfono móvil ha sido clave.
Un día después de la desaparición viajó al pueblo, porque iba a visitar a sus padres según dijo a los agente. Sin embargo, en esas fechas comprobaron que no estaban allí y empezaron a rastrear la zona de inmediato.
Además, en su poder tenía el móvil de Adolfina, algo que extrañó a la policía. En el pueblo apenas le conocían, y los vecinos le catalogan como una persona "introvertida y algo rara".
No obstante, algunos vecinos también recuerdan haber visto a su pareja y a la niña. "Se la veía muy contenta", declara un vecino del pueblo. Nunca sospecharon, ni siquiera tras la desaparición de las dos mujeres el 30 de junio, justo cuando la pequeña tenía que haber volado a Santo Domingo.
Para la familia de las dos mujeres, el crimen pudo haberse evitado, y de hecho trató de evitarlo. La abuela denunció a Raúl por malos tratos hacia Adolfina y la pequeña en enero, y aunque su denuncia llegó al juzgado, se archivó. Desde el tribunal superior de justicia aseguran que fue porque no pudieron localizar a Leonarda para ratificar la denuncia.
Desde la Asociación de Mujeres Juristas hablan de un claro caso de dejadez de funciones de la fiscalía. Creen que la investigación debía continuarla el fiscal. Amalia Fernández, presidenta THEMIS, piensa que "ella hizo su labor, denunciar, el fiscal debía seguir la investigación aunque no se ratifique la denuncia". Sus cuerpos están en el Instituto de Medicina Legal de Zamora y ahora falta por saber cómo y por qué Raúl decidió matarlas.