Mientras el Fútbol Club Barcelona se convertía en una máquina de ganar títulos, la constructora de José Luis Núñez se dedicaba a sobornar a directores de Hacienda para eludir el pago de impuestos.
En 1999, salta el escándalo, y los jueces empiezan a investigar sus cohechos. Ese mismo año, el expresidente culé abría dos sociedades offshore en Panamá, en cuyos registros oficiales figuran testaferros como miembros de la empresa y las acciones no son nominativas, sino que son remitidas al portador, un intento de esconder su identidad.
En los documentos privado sí aparecen los verdaderos propietarios, y varios miembros del plan aparecen como apoderados. Más concretamente su hijo, su mujer, su hermano y él. Los Núñez aseguran que los nombres de las empresas no les suenan de nada.