Nunca un español ocupó un puesto tan alto. Pero Rato, que como director gerente del FMI tenía estatus de jefe de Estado, quería más.

Por eso dejó Washington para convertirse en consejero y asesor de Lazard, el Banco Santander o una filial de La Caixa. Fichajes a precio de galáctico.

Aunque el premio gordo estaba por llegar: la presidencia de la caja más antigua de España, desde donde comandó la fusión de Bankia, y su posterior y ruinosa salida a Bolsa.

Un movimiento, según los expertos, difícilmente justificable. Para Fernando González Urbaneja, "no se entendía por qué se metió en Caja Madrid, fue una imprudencia rozando la temeridad".

Pero antes de su sonada dimisión, tuvo tiempo para alternar su puesto con el de asesor de un banco turco, rozando la incompatibilidad.

Ya fuera de Bankia, fue contratado como asesor por Telefónica, un cargo que aún mantiene.