Cuánto más se descubre sobre el espionaje de Estados Unidos, más crece la lista de agraviados. El último, Francia, donde muchos paños calientes van a tener que poner John Kerry para borrar los 70 millones de llamadas y mensajes particulares a políticos y empresas espiados en sólo un mes.
Los datos acaban de salir a la luz y ya han provocado un rechazo frontal. El penúltimo Holanda, 1,8 millones intervenidos en un mes y una investigación abierta.
Especial es el caso de Reino Unido, donde se destapó la cooperación entre Londres y Washington para espiar a los ciudadanos británicos para gran escándalo nacional y no nos olvidemos de Alemania, el país más espiado con 500 millones de teléfonos intervenidos hasta el punto de que pocos se creen que Merkel no supiera nada.
Aunque especialmente sensible es la cuestión en México y en Brasil, donde grandes empresas y hasta a presidentes les pincharon el teléfono y sus correos. Su respuesta ha sido fulminante. Desde plantones en cumbres hasta ultimatos afilados para que los miren de igual a igual, para recordar que hay potencia del mundo que pueda justificar la ilegalidad en aras de un paternalismo no solicitado.