Proteger a los más vulnerables al coronavirus es el objetivo que tendrá la vacuna. Por eso, es esencial que se pruebe en mayores de 65 años, que suponen el 54% de los hospitalizados graves recientes. "Va a tener que dirigirse en sus inicios a los grupos de más alto riesgo de enfermar o de morir, y esos grupos son mayores de 65 años y gente con patologías previas", ha señalado Daniel López Acuña, exdirectivo de la OMS.

Los ensayos clínicos de vacunas no suelen incluir a personas de edad tan avanzada. De ahí que la tarea de encontrar a voluntarios en esa franja no siempre sea sencilla. Según López Acuña, depende "mucho de cómo se promueva" y "es más fácil encontrar voluntarios en un ámbito de centros de salud y atención comunitaria".

"Puede haber reticencias de personas más mayores en un estudio en fase experimental", ha apuntado Patricia Guillem, catedrática de Epidemiología en la Universidad Europea. La excepción: personas como Manuela Quijada, que a los 66 años no se lo ha pensado y participa en el ensayo de Johnson and Johnson, en el Hospital de Valdecilla.

"Un poco de miedo tenemos porque no sabemos cómo va a reaccionar el cuerpo, pero nos da tranquilidad porque estamos en buenas manos", ha señalado Manuela a laSexta. Pese a la conciencia social, en una ciudad como Madrid, a los hospitales de La Princesa y La Paz les costó encontrar a 50 voluntarios de más de 65 años.

Además de las ganas, el problema es que no podían tener ninguna patología previa. Tienen que estar totalmente sanos. "Se hace una historia clínica y una exploración física. Además, una prueba PRC y serológica para confirmar que no han pasado infección por coronavirus", ha detallado Francisco Abad, jefe de Farmacología en el Hospital La Princesa. Una representatividad de la población es esencial para que la vacuna que se comercialice sea efectiva y segura para todos.