Los niños tienen entre tres y cuatro años y parece increíble como, a pesar de costarles al principio, son capaces de comunicar, escuchar y describir sensaciones. Acaban trasladando aquello que ven en casa a expresiones propias, analizan las situaciones y las comparten.

Lo más complicado es conseguir que razonen y reflexionen y resulta inquietante escuchar como justifican sus prejuicios. La manera en la que un niño llega a confesar: ''Me gustaría más ser blanco en vez de negro''. Cuando la profesora le pregunta el por qué, el niño contesta que, para él, son más simpáticos los blancos.

En este colegio francés no hay estudiantes bueno o malos. El objetivo es que sean capaces de pensar por sí mismos y que profundicen acerca del comportamiento de las personas que están a su alrededor. También es relevante que sean capaces de afrontar los aspectos duros de la vida, como el final de la misma, la muerte.

Cuestionan la realidad con inquietudes que tendrán que mantener, para trasladarlas a lo largo de la vida y no perderlas cuando lleguen a ser mayores.