Polina tiene 8 años, ha llegado a Madrid huyendo de la guerra y va a vivir con su tía. La pequeña está triste porque ha dejado atrás a su padre y su abuelo y no entiende bien por qué tienen que vivir separados.
Su mirada es un reflejo de lo que ha vivido y de lo que ha dejado atrás. "Ella preocupada por papá, de que venga papá acá o de cuando puede volver ella a Ucrania para regresar a su vida normal y feliz", explica su tía, Lilia Rokitska.
Polina ha recorrido más de 3.000 kilómetros para llegar, junto al resto de mujeres de su familia, a Madrid. Su tía explica que "está con mucha gente que no conoce, con un idioma que no entiende", lo que lo hace "un poco difícil" para ella y para todos esos pequeños refugiados, para los que ONG como Save The Children ofrecen ayuda psicosocial.
"Llegan después de haber abandonado sus casas y sus entornos. Después de haber estado tres días en una cola kilométrica hasta llegar a la frontera. La primera sensación es de miedo e incertidumbre", explica Andrés Conde, director de Save The Children.
En un pabellón de la frontera con Polonia se alojan cientos de niños. Y aunque algunos saludan con cierto entusiasmo, las voluntarias como Llanos García explican que están muy afectados: "Vienen con ciertos traumas que tiene dormidos... que se manifiestan durmiendo, con gritos".
Muchos de esos pequeños han viajado hasta España y su destino son familias que ya conocen, porque ya los han acogido en otras ocasiones. En definitiva, entornos seguros como el de Polina en los que poder recuperar la sonrisa.