A las cada vez más ruidosas protestas contra sus vetos, el presidente Trump contesta firme: "En realidad, ayer fue un buen día para la Seguridad Nacional".

Y eso que, dice, los demócratas no dejan de entorpecer, "portarse mal" y agitar a la gente con "lágrimas de cocodrilo": "Voy a preguntarle quién es su profesor de interpretación".

Además, apostilla que no es para tanto: "Sólo 109 de los 325.000 viajeros del fin de semana fueron detenidos e interrogados". No se ve así desde Europa, con más reproches. "La necesaria guerra contra el terrorismo no justifica en ningún caso poner a todo un grupo de creyentes bajo sospecha", afirma la canciller alemana, Angela Merkel.

Desde el Reino Unido, medias tintas. "El veto es una medida equivocada y divisoria, pero no se puede demonizar a Trump y debemos recibirle con los honores debidos", ha afirmado Boris Johnson, secretario de Exteriores británico.

Desde el corazón de Oriente Medio le avisan de que esta "estúpida" prohibición se le puede volver en contra si más países aplican la misma medida. Como Irán o Irak, cuyo Parlamento lo solicitaba oficialmente.



Con Trump hemos entrado en "tiempos turbulentos", avisan desde la Unión Africana de Naciones. En el ojo de ese huracán, las vidas de miles de refugiados, muchos con el visado a punto, que se agolpaban en las oficinas de ACNUR de medio mundo para saber qué será de ellos.

Mientras, que los que sí conseguían refugio en el viejo continente, le piden al Presidente que les vea como lo que son: gente normal que huye de la guerra.