Ya desde niño, recitando poemas, García Márquez hacía reír a sus compañeros y enfadaba a sus profesores. Pero fue tras leer ‘La Metamorfosis de Kafka’ cuando creyó en que podía revelarse y ser escritor.

Un escritor transgresor, con su propia norma, precisamente la de no ser fiel a la norma. Márquez pretendía simplificar la ortografía y así lo pidió en el primer congreso internacional de la lengua española.

Con este discurso escandalizó a la comunidad lingüística. Aseguraba que había acentos que provocaban más terror que utilidad. Lo mismo le sucedía con los signos de puntuación en novelas como ‘El Otoño del Patriarca’ hay muchos párrafos que no llevan ni una coma.

Transgresor también con sus personajes. Los de ‘El Coronel no tiene quien le escriba’ nunca tuvieron nombre. A Márquez tampoco le gustaban las correcciones, por eso si se equivocaba arrancaba la página de su máquina de escribir y la copiaba de nuevo. Un genio que siempre fue un paso por delante, el suyo propio.