Thomas Hobbes fue uno de los padres de la filosofía política moderna, la misma que relega a un segundo plano las consideraciones éticas. De esta forma tan grosera, el pensamiento de Hobbes queda exento de moral y viene condicionado por la máxima: el hombre es un lobo para el hombre; un principio que define de una manera efectiva la influencia de Hobbes en la actualidad y en sus mercados.

En realidad, la frase no es suya; es una apropiación. Lo de "el hombre es un lobo para el hombre" es de Plauto, el comediógrafo latino. Sale en una obra titulada Asinaria o La comedia de los asnos, un enredo donde el adulterio, la envidia y las traiciones son categorias dispuestas para la carcajada. Pero volvamos a Hobbes, pues, sin dejar la carcajada, su máxima de lobos y hombres ha sido también la influencia de uno de los cuentos de Saki, el escritor británico nacido en Birmania que manejó el humor como pocos. El cuento se titula Juguetes para la paz y da título al volumen publicado por Montesinos hace ya algunos años; un libro que recopila algunas de sus mejores historias, siempre ácidas y punzantes, escritas con la retranca del que sabe que la risa es asunto serio.

En Juguetes para la paz, Saki nos cuenta la historia de unos niños a los que su madre pretende educar en el pacifismo; para ello, evita que se diviertan con juguetes bélicos. Con esto, encarga a su hermano traer como regalo de Pascua algo instructivo, alejado de conflictos y de hazañas guerreras. El tío se presenta con una caja que los sobrinos abren con expectación, pues imaginan que dentro vienen soldados albaneses a caballo, por lo menos. Pero cuando abren la caja se llevan un chasco. Se encuentran con una edificación en miniatura que poco o nada se parece a una trinchera. En lugar de soldados, vienen figuras de plomo de ilustres personajes como John Stuart Mill, filósofo político y uno de los representantes de la economía clásica. Es entonces cuando los niños se preguntan: "¿Hay algún león?".

La pregunta tiene guasa, pues la edificación se corresponde con la maqueta de la Asociación de Jóvenes Cristianos y los niños identifican a los cristianos con el circo romano. De ahí lo de los leones. Y es que el humor fino de Saki aparece en los momentos más inesperados. Allí donde cualquier otro autor pasa de largo, él llega y se queda con nosotros. Era un genio. El escritor Graham Greene -otro genio- dijo de Saki que era el mayor humorista en lengua inglesa del siglo XX. Nos lo creemos.

Con todo, no vamos a desvelar como termina el cuento de los juguetes, ni cómo puede acabar John Stuart Mill en manos de los niños bélicos; tan sólo vamos a traer este cuento a la actualidad con el asalto de imágenes bélicas, ya sean de Ucrania o de Gaza, para afirmar que, a pesar de todo, el hombre no es un lobo para el hombre. De ser así, el ser humano no existiría.

Lo que sucede es que hay lobos y corderos, y estos últimos dependen de malos pastores que siempre que pueden entregan alguna pieza a los lobos; no sé si me explico, pero, por si acaso, lean a Saki que además de explicar el mundo va a arrancarles la carcaja de una manera tan inteligente como única. Se le daba bien clavar su afilado colmillo hasta hacer cosquillas.