Cuando el sol se hunde y llega la noche, aparecen los remordimientos, y eso mismo es lo que algunas personas buscan cuando cometen un crimen; la inquietud que no deja dormir y que trae de vuelta al cadáver pidiendo su parte del trato. Dicho de otra manera, hay personas que matan sólo por el placer de liberar los fantasmas de su conciencia.

Con todo, el oficio periodístico no habla de estas cosas cuando se trata de redactar un caso truculento como el que ha llenado de contenido gore la televisión durante el mes de agosto; es más, hemos asistido con asombro a la falta de sintaxis y, por consiguiente, a la falta de ética periodística. Se ha llegado incluso a sentar a la víctima en el banquillo de los acusados.

Hay preguntas que no admiten un sí o un no, sino una explicación, y esa explicación es la que han de dar los periodistas cuando redactan un suceso. Lo que pasa es que la plantilla de las cinco W ya no se usa. Porque 'who, what, when, where, why' o mejor: quién, qué, cuándo, dónde y por qué, son cuestiones que han de hacerse los periodistas para llevar a cabo una información. De lo contrario, la noticia no se explica.

En este caso, el texto que encabezaría la noticia quedaría así: La policía Tailandesa acusa al español Daniel Sancho (29 años) de haber matado al cirujano colombiano Edwin Arrieta (44 años) durante la noche del jueves 3 de agosto en un bungalow de Koh Phangan por motivos que hasta el momento se desconocen. No es tan difícil, sólo hay que currelárselo un poquito.

Llegados aquí, hay que apuntar que lo importante, lo que va a dar el desarrollo de la noticia y va a servir para que la noticia tenga recorrido y aguante en parrilla, va a ser la última parte, la respuesta al why, al por qué, es decir, los motivos. En este caso, como en la mayoría de los casos de crímenes, es ahí donde reside el elemento desconocido. Cualquier periodista de sucesos que tenga oficio sabe que, si es capaz de dar un elemento desconocido, o dos como mucho, las personas se contarán la historia a sí mismas y, llevadas por el suspense, seguirán la noticia día tras día sólo por ver si han acertado en sus pesquisas.

Todo esto lo cuentan muy bien los dos periodistas que protagonizan Colorado Kid, el relato pulposo de Stephen King que se articula a partir de los diálogos que mantienen los citados periodistas con una becaria del periódico. En poco menos de ciento cincuenta páginas, Stephen King da una lección de periodismo a partir del descubrimiento de un cadáver en la playa. Con apenas datos, los dos periodistas recuerdan ante la becaria cómo van desarrollando la noticia, manteniendo el suspense de un suceso ocurrido muchos años antes.

Las personas que se dedican a redactar sucesos deberían leer este relato de Stephen King por ver si se les pega algo. De esta manera, cuando toque dar una noticia truculenta como la que nos ha traído hasta aquí, sabrán manejarla, dejando en suspenso uno o dos elementos desconocidos de los que luego se servirán para hacer literatura de la buena, pensando que hay criminales que matan por el simple hecho de sentir remordimientos.

Porque los hay que son como el Minotauro que espera en su laberinto la llegada del destino encarnado en la figura de Teseo, su verdugo. Hasta la aparición de Teseo, el Minotauro se siente vacío, tan vacío como puede sentirse un periodista de raza cuando ve en lo que se ha convertido el oficio.