Ser de izquierdas no es una pose. Ser de izquierdas implica estar en contra de los postulados de la economía clásica que propone el Capitalismo, es decir, estar en contra de aquel viejo cuento que nos contaron desde la cuna; el viejo cuento que venía a decir algo así cómo que el dedo meñique cazó un pájaro, el siguiente fue a por leña, el otro encendió la lumbre, el dedo índice preparo el guiso y el dedo gordo, ñam, ñam, se lo comió.
Por lo mismo, un sistema económico donde no se contempla el reparto con justicia y que antepone sus pilares básicos de productividad y consumo a la salud, es un sistema enfermo. Quien esté conforme con este sistema, no es de izquierdas, aunque se presente a las elecciones con el capullo de una rosa en su mano izquierda. No sé si me explico.
El Capitalismo es lo que tiene, que no sabe planificar. Ya es tarde para echarse las manos a la cabeza
Hemos llegado a este desastre por no parar a tiempo, por no echar el freno de mano a la locomotora capitalista y permitir que el trabajo siguiera siendo beneficio para el Capital, contagiándonos de pánico hasta llegar al confinamiento y al estado policial, a la espera de que la caridad de los más privilegiados venga en nuestra ayuda. Por eso, decir que la culpa la tuvo la manifestación del 8M, o los encuentros de fútbol, o las misas del domingo, es argumentación anémica.
No hay efecto sin causa y la causa primera de este desastre ha sido contemplar trabajo y salud como mercancías. Pero España es así, un país sin argumento, una tierra de poco lustre intelectual cuyas gentes se dejan conducir por el primer pastor que sepa manejar un rebaño; ganado doméstico siempre dispuesto a dejarse llevar al matadero. La falta de conciencia crítica nos ha llevado hasta el abismo. Las imágenes son indignantes: médicos y personal sanitario que tienen que jugarse la vida envueltos en bolsas de basura como la vanguardia de un ejército que lucha contra un enemigo invisible; un ejército desarmado que sabe que va a ser la primera línea a batir por dicho enemigo.
Así está siendo, mientras nuestros representantes políticos, con menos luces que una patera, pierden el rastro a aviones cargados de material sanitario o trapichean en el mercado chino por conseguir respiradores de baratura que luego no funcionan. Porca miseria. Se advirtió lo que iba a suceder, pero la locomotora no iba a parar en mitad de su trayecto. El Capitalismo es lo que tiene, que no sabe planificar. Ya es tarde para echarse las manos a la cabeza.
Hemos cortado olivos, hemos dejado de sembrar nuestros campos y los hemos dejado convertir en campos de golf. Arrasando el sector primario de un país rico en materia prima hasta dejarlo convertido en un país turístico
Luego, a todo ello, hay que sumar nuestra desastrosa entrada en el Mercado Común, una entrada que ha terminado de demostrar la inutilidad de pertenecer al mercado globalizador. Hemos cortado olivos, hemos dejado de sembrar nuestros campos y los hemos dejado convertir en campos de golf. Arrasando el sector primario de un país rico en materia prima hasta dejarlo convertido en un país turístico, hemos conseguido traer la ruina económica. El sector terciario, el sector más gaseoso de la economía, ha sido al que más atención se ha prestado, convirtiendo nuestro país en la casa de putas de Europa, dicho por lo fino. Sí. El dichoso turismo.
Cuando se cierren las fronteras comerciales por culpa de la pandemia y los espárragos no puedan llegar de Alemania, y la ternera no pueda entrar porque viene de Holanda, entonces qué vamos a hacer. La economía de casino impulsada por los economistas de nuestra Transición ha tocado fondo. Es lo que tiene el Capitalismo en su modo neoliberal: que trasmite el germen de la destrucción a todo lo que toca.
Mientras tanto, nuestros mayores se mueren a las puertas de los hospitales saturados de enfermos; el pueblo cuenta cadáveres y, entre una cosa y otra, nos ponemos a discutir entre nosotros por ver quién nos conduce mejor al matadero. Desde el año 1936, cuando el ejército se levantó para masacrar a un pueblo doliente, hemos venido sufriendo la inutilidad y el catetismo de nuestros gobernantes. Primero de los abuelos, luego de sus hijos y ahora de los nietos. Porque unos y otros no son más que títeres de un Capitalismo genocida. No son de izquierdas, no se confundan. Aquí, en España, los unos y los otros son los mismos.
Antes de terminar, tomo aire para recomendar el libro de Manfred Max-Neef y Philip B. Smith, titulado 'La economía desenmascarada' (Icaria), donde se expone que el modelo neoliberal no funciona, ya que, no se adapta a la realidad, aunque los neoliberales nos hagan creer que la realidad hace trampas. Si todavía no lo vemos, no sé qué va a ser lo próximo que vamos a necesitar. Tal vez comernos los dedos, ñam, ñam, todos menos el dedo gordo hasta dejarlo morir de hambre.
Ahora lean. Entréguense a la lectura, por favor. Adquieran conciencia crítica. Es la única salvación para no terminar como los del rebaño, amodorrados en el sofá mientras el anuncio de un coche asalta desde la tele de plasma.