Vamos a basarnos en la historia para a partir de ella crear una fábula que nos puede ayudar a entender nuestro impacto en la naturaleza. Si cuando Cristóbal Colón decidió buscar una nueva ruta para las Indias se hubiese llevado provisiones en envases como los que utilizamos en la actualidad y los hubiese tirado por la borda en plan guarro, aún hoy podríamos seguir encontrando vestigios de la ruta que inició en 1492.

Por ejemplo para unos 30 días de travesía se habría llevado bocadillos envueltos en papel de aluminio, ensaladas preparadas en envases de plástico, cubiertos también de plástico, yogures o flanes envasados, zumos en tetra brick, chocolatinas...y si a eso añadimos que fuese fumador y también tirase las colillas y los paquetes de tabaco, ya tenemos toda la basura.

Como decimos, si todos estos desperdicios Colón los hubiera tirado por la borda porque no tuviese conciencia ecológica ni fuese un ejemplo de urbanidad, así sería la repercusión de su comportamiento:

La mitad de las bolsas de plástico habrían sido confundidas por tortugas y delfines con medusas, se las tragaron y murieron.

La otra mitad de las bolsas continuarían en el mar hasta más o menos 1553, es decir 108 años después.

500 años después un tercio de las botellas de plástico habrían acabado en el fondo del mar, y aún siguen allí. Otro tercio de las mismas fueron arrastradas por las corrientes marinas y terminaron en las playas. Y el tercio restante fueron fragmentadas por el efecto del sol, la sal y el oleaje, por ello resultaron confundidas por los peces con el plancton, se lo comieron y finalmente al ser atrapados por pescadores durante varios siglos posteriores han pasado al organismo de los pescados y de forma directa al de quienes los comieron. Sería posible que lleváramos un trocito de plástico originario de Cristóbal Colón en nuestro cuerpo.

Las servilletas de papel se habrían descompuesto a las siete semanas.

Los cubiertos de plástico se habrían convertido en microplásticos 400 años después.

El papel del tetra brick de los zumos y de los paquetes de tabaco se disgregó en los siguientes cuatro meses. El plástico y otros componentes de los mismos aún siguen en el mar.

Las colillas tuvieron doble vida: unas habrían sido devoradas por peces que creían eran gusanos y habrían muerto y el resto se habría descompuesto, hacia 1502. Los tres mecheros que también habrían llegado al mar habrían desaparecido en 1519.

Y finalmente, el nailon de las cuerdas aún seguirían en el mar y se descompondrán a finales del presente siglo.

Toda una historia paralela para que podamos darnos cuenta que, a veces lo que significan unos ratitos de bienestar, produce siglos de perjuicio a la naturaleza si no somos cuidadosos. No seamos como Colón.