Absurdo y contraproducente. Nada más y nada menos. Absurdo y contraproducente. Permítanme que lo repita pero me ha causado impresión. Sin paños calientes ni aspirinas. Son las dos palabras con las que la Ministra de Economía, Nadia Calviño, ha calificado la idea de derogar la reforma laboral en este preciso momento de incertidumbre sanitaria y, sobre todo, económica.

La idea que Calviño califica con tan afinados adjetivos no es la que ha tenido su adversario político. Sino la que nació de un pacto que los dos partidos de su Gobierno, PSOE y Unidas Podemos, firmaron con Bildu. Un acuerdo con la firma de los tres grupos parlamentarios en el que se habla de "derogar de manera íntegra la reforma laboral". Ni tan siquiera Pablo Iglesias en su negociación consiguió llegar tan lejos después de muchos tira y afloja con Pedro Sánchez.

Calviño no conocía el pacto. Se enteró al hacerse público e intervino para que se diera marcha atrás. Por eso, al filo de la medianoche, el PSOE tuvo que mandar una nota aclaratoria anulando el punto 1 del acuerdo y quitando el término "íntegra".

Nadia Calviño intenta con su contundencia calmar a los empresarios. La CEOE ha montado en cólera por el anuncio de un acuerdo que llega en un momento crítico para la economía española y mundial, cargado de incertidumbres. Por el momento los empresarios se han levantado de la mesa de diálogos social y ya veremos cuándo vuelven y cómo vuelven.

Es muy difícil de entender, imposible por más que se intenta, por qué el Gobierno se ató de pies y manos con un pacto que no necesitaba. Tenía la votación de la prórroga asegurada después de su pacto con Cs, PNV y Más País. Las cuentas le salían a Sánchez. Muy justas pero le salían. No necesitaba ningún pacto. Ni con Bildu ni con nadie.

Y mucho menos necesitaba un pacto sobre un tema ya debatido y digerido en el pasado. Hace meses que PSOE y Unidas Podemos habían asumido y anunciado que derogarían los aspectos más lesivos de la reforma laboral del Partido Popular. Los más lesivos, no una derogación íntegra. Firmar eso con Bildu ahora es, directamente, pegarse un tiro en el pie. Lo incomprensible es que nadie del Gobierno se percatara a tiempo. Porque no me creo que la culpable sea Adriana Lastra. El acontecimiento de los hechos nada tiene que ver con su trayectoria y su forma de trabajar. Como buena Portavoz llega a las votaciones con todo atado. No le gustan ni los últimos minutos, ni los sustos. La desesperación y el nerviosismo no es su manera de negociar. Y, desde luego, no da un paso sin el conocimiento del núcleo duro de Moncloa y del propio Sánchez. Otra cosa es que su firma en el papel le haya obligado a dar la cara.

Los últimos días en el Ejecutivo han sido muy complicados y ha habido muchos nervios intentando atar la votación para mantener el estado de alarma. El problema es que se ha generado un clima en el que a Sánchez le va a costar muchísimo salvar otra votación si es que quiere mantener el estado de alarma hasta finales de junio o principios de julio. En el PNV no quieren reconocer ni enfado ni malestar pero el pacto con Bildu no les beneficia a las puertas de unas elecciones en Euskadi. El PNV era el socio preferente del Gobierno. A su Portavoz, Aitor Esteban, le gusta enterarse de todo aquello que se negocia en relación con el País Vasco. Eso no ha ocurrido esta vez. Y eso puede tener consencuencias en su relación con los socialistas. Pero es que el pacto con CS también ha agrietado aún más las relaciones con los partidos que apoyaron la investidura de Pedro Sánchez. Sánchez ha elegido a Inés Arrimadas por segunda vez consecutiva. A ella en vez de a ERC. Un cambio de timón que puede salirle muy caro porque su estabilidad depende, sobre todo, de partidos de izquierdas que no están cómodos con Cs. Empezando por Unidas Podemos, su socio de Gobierno. Pablo Iglesias y los suyos no rechazan los votos de Cs para salvar el estado de alarma en un momento excepcional pero consideran que es un partido de derechas y neoliberal que no va con ellos. La geometría variable que tanto deseaba Sánchez puede acabar por no funcionarle. Como me decía un experimentado parlamentario: en política no hay que pensar solo en la curva de hoy, hay que pensar en el circuito entero. Pedro Sánchez acaba la semana deslizando la sensación de que es el Presidente de un Gobierno débil, desesperado por buscar apoyos que en realidad ya tenía, los que le llevaron hasta Moncloa. En sus manos está cuidarlos o cambiarlos por otros. Pero un día contigo y al día siguiente sin ti no es bueno ni en política ni en la vida.