Llevo tiempo obsesionada con este tema. Y cuando algo te obsesiona se despierta, como dice Marián Rojas, el pensamiento reticular. Ese que hace que empieces a ver, experimentar y sentir más aún "eso" que te obsesiona.
Hace un par de semanas un mensaje directo que me decía: "qué pasa con nosotras, mujeres de más de 40 que, después de criar, podemos crecer profesionalmente o reincorporarnos (si hemos parado) y aspirar a más... conseguir retos... y ahora ya es tarde, ahora ya no podemos".
- ¿Somos invisibles?
Hace unos días, una mujer de unos 50 años se me acercó en un evento, después de una charla, para pedirme que habláramos de la importancia de que las mujeres tengamos un plan B. Esta conversación me inspiró. Pero ella partía de que llega un momento que ya no somos "válidas". Si con 50 no has llegado a esos puestos de responsabilidad que solo ocupan el 27% de las mujeres en España, te descartan, te relegan y te quedas atrapada en un lugar donde tu voz se silencia, donde el carisma no existe y tu profesionalidad se cuestiona porque ya, pobre de ti, eres "mayor" para proponer, innovar o crear grandes cosas. Ella me hablaba de su experiencia, de haber decidido dejar su trabajo como periodista porque ya no le interesaba. Porque después de 50 años haciendo lo que "se supone" tienes que hacer se había dado cuenta de que ahí ella no era, no encontraba su "para qué". Y "con su edad", como si ya solo le quedará el retiro, decidió estudiar nutrición y vi ilusión en su mirada, pero también sentí la cruda realidad por lo difícil que iba a ser materializar su plan B. Porque ya nadie le daría la oportunidad.
- Porque somos invisibles.
En mi obsesión continuaba inmersa, pensando que la invisibilidad cuando eres madre es solo el comienzo. Y que cuando cumples 40 comienza la lucha por aparentar seguir siendo "moderna", "vestir a la moda", "conocer las tendencias", "lograr el éxito" y si es posible "aparentar menos edad", algo que no podemos evitar, aunque queramos. Cuando paseas por un centro comercial te ofrecen crema anti edad, cuando estás en la cola de la frutería te llaman "señora" y cuando estás esperando para entrar en una discoteca, porque se han alineado los astros y has conseguido salir un día, te sientes fuera de lugar. Por no hablar de que si "eres influencer" empiezan a escribirte para regalarte tratamientos de radio frecuencia y oxigenación, dando por hecho que quieres solucionar esas arruguillas, esas manchas de la piel, esas ojeras...
- Por mantenerte visible el máximo tiempo posible.
Y caes en la trampa, pensando "¿hasta cuándo?". Hasta que todas nos demos la mano, rompamos este teatro absurdo construido para que nos callemos, para que pensemos que somos visibles porque estamos en las portadas, en las noticias, rompiendo techos de cristal y siendo referentes. ¿De verdad? Y si te rebelas, eres una quejica. Y si te revuelves, es que nada te parece suficiente.
Como dice Espido Freire en su podcast "la invisibilidad de las mujeres": "que no nos engañen". Porque esto sigue orquestado por hombres, que diseñan para ellos, que crean para ellos, que lideran para ellos, que investigan para ellos, que marcan el tipo de mujer que tenemos que ser hasta que un día, casi sin darnos cuenta, "desaparecemos" de la vida pública porque somos invisibles, no validas y viejas para crear, proponer y ser activas.