Salió el Jefe del Estado a hablar. Tarde, aunque salió. El rey salió a dirigirse a los españoles cuando van ya más de seiscientos muertos por el coronavirus. Cuando Felipe VI salió a hablar, sonaban las cazuelas como señal de protesta en muchos balcones de España. Hay un cabreo real. La presunta corrupción en la Corona merece explicaciones que no se han dado y, sobre todo, justicia. Los chanchullos del padre y su relación con sus descendientes beneficiarios no pueden ocultarse ahora como una cuenta opaca en Suiza. Hay que dar la cara y explicarlo.

Vaya por delante que España tiene ahora mismo una gran urgencia. Los casos del Covid-19 van aumentando por miles cada día. Muchos profesionales trabajan hasta la extenuación y denuncian que les faltan mascarillas, gafas, batas… Necesitamos más respiradores en los hospitales, más camas en las unidades de cuidados intensivos, más test para detectar casos… La que se nos viene encima es muy grave y el Gobierno debe gestionarlo, pero tan lógico es el llamamiento del rey a afrontar la situación unidos, como comprender que la gente tiene derecho al pataleo al considerar que el monarca comparece tarde, arrastrado por el "corinnavirus" y ocultando información.

Dijo anoche Felipe VI: "Estoy seguro de que todos vamos a dar ejemplo, una vez más, de responsabilidad, sentido del deber y, sobre todo, de solidaridad. Todos debemos contribuir a ese esfuerzo colectivo con nuestras acciones". Sin duda, se refería a la lucha contra el Covid, pero bien pudiera parecer que ese mismo llamamiento sirve para los millones de euros que Juan Carlos I movió por paraísos fiscales y por los que no ha respondido ante los españoles. Fue tan peculiar el momento de la comparecencia real, que muchos vieron el discurso analizando a ver si decía algo sobre las andanzas de su padre, pero no. Quedó oculto, como una cuenta offshore.

Los convocantes de la cacerolada pedían que la Corona done a la sanidad pública una parte del dinero oculto en el extranjero. Realmente, no sabemos cuánto es, porque nunca se ha hecho justicia llegando hasta el final. Hay quien podría considerar demagógica esta donación, pero no me negarán que los españoles merecen transparencia. Felipe VI no ha explicado, entre otras cosas, por qué sabiendo hace un año que él mismo aparecía como beneficiario de la herencia oculta en paraísos fiscales, no lo contó, ni decidió entonces lo que ha decidido ahora: retirarle al padre la asignación presupuestaria y renunciar a esa herencia, aunque jurídicamente no se pueda.

Si el rey reacciona según surgen los acontecimientos, supongo que comprenderá que los ciudadanos hagan lo propio. Unos ponían el cazo y otros tienen derecho a la cacerolada. Las labores de comisionista del emérito no han sido explicadas. Los pagos de Arabia Saudí merecen una aclaración por parte de una familia real que ha cobrado y cobra del erario público. España no puede estar a merced de lo que investiguen y publiquen en el extranjero. Luchar juntos contra el coronavirus es la urgencia prioritaria, pero no olvidamos que la corrupción pudre una democracia, con la complicidad de sus palmeros y de quienes callan por miedo o por sacarle provecho.