Como dicen en el pueblo, donde no hay mata, no hay patata. Es lo que piensa uno cuando ve los intentos de utilizar a la gente del campo para sacar rédito político. Es tanto como pensar que a algunos les falta "una patatina pal' kilo", si creen que los problemas de los agricultores, que vienen de atrás, se van a resolver con políticos haciéndose fotos y cameos para las teles en directo. Melonadas. El campo arrastra serias dificultades. Varias. Es complejo. No se pueden simplificar. No les va igual a todos los agricultores. Los hay más ricos, más pobres, más de clase media. Tampoco todos los sectores agrícolas están igual. Dicho esto, es bueno atender los problemas que arrastra el campo, muy relacionados, una vez más, con el reparto de la riqueza y el poder. Aunque esto no se lo dirá Abascal.

Como en tantas parcelas de la vida, con los productos agrícolas el poder se ha ido concentrando cada vez en menos manos y con más capacidad de decisión. Distribuidores, intermediarios, grandes superficies… Tienen la sartén por el mango al determinar los precios y, por lo tanto, los beneficios. Hay agricultores que se quejan de los oligopolios. Son el eslabón más fuerte. Los que están arriba (y no precisamente del tractor) y los que más ganan. Contra ellos no verán manifestarse a algunos de los que quieren sacar de esto un rédito político.

Los que vamos a comprar a la frutería vemos que por lo que antes te cobraban 1 euro el kilo, ahora ha subido a 1’30 o 1’50, por citar un ejemplo. Si además de ir a la tienda preguntas a los agricultores, te contarán que por ese producto a ellos les siguen pagando 20 céntimos. Del campo a la mesa, intermediarios, distribuidoras, vendedores… van sacando una tajada cada vez más suculenta, pero el labrador sigue cobrando lo mismo o parecido. Hay incrementos de la finca a la cesta de la compra que son del 600 o el 700%. No se lo lleva el que trabaja la tierra.

Nos movemos en un mercado global, donde influyen desde las políticas europeas, a los aranceles de Trump o el veto de Rusia a productos de la UE. No obstante, lo que más ha calado en no pocos sectores del campo es que la culpa de la caída de precios es que en España entran productos de Marruecos. También de otros países de África o América. Hay partidos políticos que capitalizan esta importación mezclándola con patrioterismo y hasta racismo. Igual no les conviene señalar al distribuidor que, con más poder, compra ese producto más barato y tiene la capacidad de sacarle más beneficio a la venta y, a la vez, presionar a la baja los precios aquí. Hay partidos que defienden el liberalismo cuando quieren y con quien quieren.

Prestemos también atención al reparto del dinero europeo de la Política Agraria Común, la PAC, que, además hay que negociarla y tiene amenaza de recortes. Da también buena prueba del reparto del poder en el campo español. Entre 2014 y 2020 ha habido más de 5.000 millones de euros en ayudas directas a agricultores y ganaderos. El 1,7% de los beneficiarios se lleva un grueso de ayudas muy por encima del que recibe el resto. Hay terratenientes, con más tierras y más poder de decisión. A ellos pagar 950 euros de salario mínimo les supone el chocolate del loro. No es lo mismo que afrontarlo para una pequeña explotación familiar en Extremadura.

En el campo se sufre la subida del precio de los combustibles, de la electricidad, de los fertilizantes, de los seguros agrarios… Hay agricultores que también ven la rapidez con la que sube el gasóleo y la lentitud con la que apenas baja, cuando ocurre. Lo mismo ha pasado con el precio de la luz. Dicho de otra forma, los labradores también están en manos de energéticas, eléctricas, bancos, aseguradoras… que han ido incrementando márgenes de beneficios. No les ha ocurrido igual a los agricultores cuando venden sus productos del campo.

Como ven, de nuevo, todo está bastante relacionado con el reparto de poderes y riquezas. Lo que mueve el mundo, vaya. Sería bueno que los políticos no pisaran el sembrao' y que intentaran arrimar el hombro. Los que hay ahora son los que tienen la responsabilidad de encauzarlo. Aunque venga de atrás. Y los que quieran hacer el monigote, pues que sepan que ya tenemos espantapájaros. Los problemas del campo hay que intentar arreglarlos, no aprovecharse de ellos. No los enderezarán los robaperas, ni los que quieren hacer de esto un campo de batalla, viéndolo desde arriba, como los señoritos, claro.