Esta semana he estado obsesionada con John McEnroe. Qué le vamos a hacer. Con McEnroe y –fíjate lo que te voy a contar, que no tiene nada que ver– con el libro editado por Alpha Decay 'Susan Sontag. La entrevista completa de Rolling Stone', realizada por Jonathan Cott en 1978. Una inmersión en la profunda sabiduría de esta mujer y en las vivencias que le marcaron y le obsesionaron, y sobre las que reflexionó y escribió. Un despliegue de conocimientos y reflexiones en torno a la literatura, el feminismo o la fotografía, pero también el amor y el sexo. El libro, mira tú, lo traduce Alan Pauls, autor argentino de una de las mejores novelas de amor-desamor que he leído yo en mi vida que se titula 'El pasado', y que editó Anagrama. Todo fenomenal. Aquí ya un último apunte sobre el universo Sontag, atiende: la escritora Sigrid Nunez, pareja del hijo de Susan, convivió con ella y escribió Siempre Susan. Recuerdos de Susan Sontag, un libro de memorias en el que Sigrid evoca aquella convivencia y en el que relata las luces y las sombras de su suegra, sus bondades y sus maldades; un libro interesantísimo, pornográfico a más no poder, sobre la intimidad de la gran Susan que te recomiendo encarecidamente. Y ya.

Pero yo había venido aquí a hablar de John McEnroe. El otro día vi por casualidad 'Borg vs. McEnroe', una película absolutamente olvidable sobre las vidas de estos dos tenistas históricos, que volvió a traerme a mi vida al deportista norteamericano. Luego ya a las tres de la mañana en YouTube me pegué el atracón de vídeos habidos y por haber. Además ahora mismo, en cartelera tenemos un documental titulado 'Buscando la perfección', que dirige Julian Faraut, en el que a través de imágenes de archivo se nos relatan los altibajos profesionales y personales de uno de los mejores tenistas del mundo. Aún no lo he visto, pero lo quiero ver. ¿Por qué? No solo porque el personaje siempre me ha interesado, sino porque este señor iracundo y enfadado permanentemente con los jueces de silla no tuvo nunca ningún tipo de pudor a la hora de mostrar y expresar su furia, su ira y su frustración. Y eso, como tú comprenderás, es bastante fascinante.

La ira es una emoción, no es buena ni mala. Me he estado informando. La ira es una suerte de señal emocional que advierte al que la padece de humillación, amenaza, insulto o daño. Es una de las emociones que mejor nos defiende de la injusticia de los jueces de silla, y de la injusticia que nos profesan en general. Pero ya sabemos a estas alturas de la película que si una mujer expresa su ira, lo más probable es que la gente se enfade con nosotras por estar enfadadas, además de calificarnos como histéricas o amargadas o exageradas.

La escritora Soraya Chemaly, en su libro 'Enfurecidas. Reivindicar el poder de la ira femenina', dice esto: "No hay una sola mujer que no comprenda que su enojo es abiertamente denigrado. No necesitamos libros, estudios, teorías o especialistas que nos lo cuenten", o "no nos enseñan a reconocer o manejar nuestra cólera tanto como a temerla, ignorarla, esconderla o transformarla". Tú esto lo reconoces perfectamente, ¿a que sí?

Hace poco mantuve una discusión acaloradísima sobre asuntos básicos de feminismo. La ira me sobrevino y se armó la marimorena con un señor absurdo, con un tipo que estoy segura que sigue a día de hoy digiriendo la peli de Tarantino, y pensando como le gusta más y más cuanto más la piensa y tuiteando exactamente esto que te acabo de decir. Me lo imagino repitiendo en veladas sin ton ni son el grandísimo homenaje al cine de este director inmenso, de la grandísima carta de amor al celuloide que se ha marcado… mira CÁLLATE YA. Me lo imagino también este domingo comiéndose un buen chuletón celebrando la noticia de la vuelta de Breaking Bad. Pffff (A ver, esto no tiene nada que ver con la discusión que mantuve pero es que tenía muchísimas ganas de decirlo. Ni siquiera sé si es verdad, pero seguro que sí). Ese ser espantoso y abyecto, mientras yo nadaba en la furia más lacerante y relataba injusticias vividas ¡se burló de mí! ¡Y no por lo que relataba, que eso se la sudaba, sino por mi tono, por mi enfado! Me infantilizó y se quedó tan ancho. Yo le llamé la atención por su paternalismo y su condescendencia… ¡y se enfadó él!

Termino con Chemaly: "El problema es que las sociedades que no respetan la ira de las mujeres no respetan a las mujeres. El verdadero peligro de nuestra ira (…) es que muestra exactamente hasta qué punto nos tomamos en serio a nosotros mismos y esperamos que otras personas nos tomen en serio también". ¿Ha quedado claro? Cristalino.