Había niños de bolígrafo Pilot y niños de Bic. El bolígrafo definía el estatus al que pertenecía cada uno. En los primeros cursos nos daban una circular con la lista del material escolar, a veces especificando marca y modelo. Entiendo que es una cuestión de seguridad, porque hay pinturas y tintas que pueden ser peligrosas para los niños; o para que los materiales sean compatibles entre sí y se puedan compartir, por eso a unos nos encargaban la plastilina verde y a otros la rosa, pero solo podía ser de Jovi. El lápiz tenía que ser el Staedtler HB del número 2, los lápices de colores Alpino, la goma Milán nata o la número 430, los rotuladores Carioca, el pegamento de barra Imedio, y por supuesto, las libretas de doble pauta, esas insufribles herramientas de opresión. La letra debía encajar entre dos rayas, 3 milímetros de separación que yo sentía como un aplastamiento. Tal era mi desprecio por ese rayado que la expresión "libreta de doble pauta" la adoptamos en mi familia como insulto. Afortunadamente el avanzar de los cursos discurría con la evolución a la cuadrícula, al papel milimetrado y a la nada, al folio en blanco, dejando florecer mi caligrafía, que no es más que una imitación de la de mi padre.

El material escolar de cada uno es como un retrato de su infancia. Representa la época, da información económica, social, y también científica y tecnológica. Antiguamente las gomas de borrar se hacían estrujando miga de pan. Más adelante fueron sustituidas por caucho. En 1770, el ingeniero Edward Nairne comenzó a comercializar cubos de caucho como gomas de borrar para artistas en su tienda de Londres. La invención de Nairne fue descrita por el químico Joseph Priestley como "una sustancia excelentemente adaptada al propósito de limpiar del papel la marca del lápiz de grafito negro". El problema del caucho era que se extraía del látex procedente de la savia de plantas como las euforbiáceas y que al poco tiempo se enranciaba.

En 1939 el químico Charles Goodyear hizo reaccionar el caucho con azufre. El azufre establece enlaces químicos entre las cadenas de caucho, como si las cosiera, volviéndolo más estable, elástico e impermeable. Este proceso recibiría el nombre de "vulcanizado". En 1909 el químico Fritz Hofmann inventa el caucho sintético, un material análogo al natural, más barato de producir y más sostenible, que obtuvo polimerizando isopreno. Así, el primer caucho sintético de la historia estaba hecho de poliisopreno. Poco a poco se fueron incorporando nuevos tipos de caucho sintético a la fabricación de gomas, como el SBR (caucho de estireno-butadieno), las gomas de vinilo, las gomas modelables, etc.

La goma de borrar es capaz de adsorber el grafito del lápiz. Las minas de lápiz se fabrican mezclando grafito con cera, igual que se fabrica la pintura encáustica, y combinándolo con arcilla en proporción variable. Cuanta más arcilla, más dura será la mina. La numeración de los lápices seguida de la letra H o B hace referencia a la dureza, de modo que es indicativo de su composición. Los lápices H son duros. Cuanto mayor es el número que acompaña a la H, más arcilla tiene la mina. Los lápices duros se suelen emplear para dibujos que requieren precisión, como el dibujo técnico; mientras que los lápices blandos, con la letra B, contienen más grafito y por eso son más adecuados para el dibujo artístico. El famoso lápiz Staedtler HB 2 es el equilibrio perfecto entre ambos, por eso es el más popular de las listas de material escolar, porque tanto vale para escribir números como para dibujar. Al frotar la goma de borrar contra el papel se van desprendiendo pequeños trozos de caucho que se enrollan sobre sí mismos. La goma es de un material blando y viscoso con más afinidad por el grafito que el papel. Mediante fuerzas electrostáticas logra atraer el grafito del lápiz, mientras que la fricción repetida provoca que el caucho que va envolviendo al grafito se desprenda.

Los bolígrafos también son fruto de su tiempo. El término "cristal" del bolígrafo "Bic cristal escribe normal" hace referencia al material de la caña que deja ver a través la carga de tinta. Está hecho de poliestireno cristal, un polímero termoplástico (que se ablanda al aumentar la temperatura) que es fácilmente reciclable y al que se le da forma con máquinas extrusoras. Tiene forma hexagonal, inspirada en los lápices de madera. El tubo con la carga y el capuchón son de otro termoplástico, el polipropileno, que absorbe mejor el impacto que el poliestireno, lo que reduce la probabilidad de que el bolígrafo se agriete o se rompa si cae sobre la tapa. En 1991 se incorporó el orificio del extremo de la tapa para reducir el riesgo de asfixia si se traga accidentalmente. La tinta fluye hacia abajo debido a la acción capilar del tubo para alimentar el rodamiento de bolas de la punta. La tinta está compuesta por una mezcla de pigmentos y aglutinantes de aceite, por eso es tan resistente al agua. La punta es lo más especial de todo. El inventor del mecanismo fue Ladislao Biró, que trataba de desarrollar un sistema que le permitiese escribir rápido y sin las interrupciones de tinta de las plumas estilográficas de la época. En 1938 se fijó en el rastro de agua que dejaba una canica al atravesar un charco y así fue como se le ocurrió el mecanismo de bola. El portabalas es de latón, una aleación de cobre y zinc; y la bala, antiguamente de acero, se sustituyó en los años 60 por carburo de tungsteno, un material más duro y resistente al rallado. Como resultado de combinar la ciencia de materiales con el diseño se logró inventar el bolígrafo más económico y duradero de la historia. Por eso, en 1965 el Ministerio de educación de Francia estableció el uso del bolígrafo Bic en las aulas. Hoy en día es el bolígrafo más vendido del mundo.

Cada uno de estos objetos ha ido adaptándose a los requerimientos y bajo el influjo de su tiempo. Han estado sometidos a las tensiones de la evolución, como si fueran seres vivos. Desde la infancia, la goma Milán, el lápiz Staedtler o el bolígrafo Bic continúan habitando mi mesa de trabajo. Tienen un olor característico, un tacto y un peso que conectan este momento con los recuerdos más luminosos de los días normales. Son objetos cotidianos que componen el bodegón de una vida.