Los ricos están llorando. Los ricos y esos que tienen lamiendo sus suelas soñando con ser algún día uno de ellos. Este mar de lágrimas que nos tiene chorreando sucede únicamente porque los patrimonios por encima de tres millones de euros tendrán que pagar una tasa de solidaridad. Nosotros, los ciudadanos normales que pagamos IRPF, lo llamamos impuestos. Sí, para acabar con los pobres tenemos que acabar con los ricos, porque su fortuna se basa en extraer el capital de la mayoría. Hay pobres porque hay ricos.

Los millonarios no pagan, siempre encuentran la forma de no hacerlo a pesar de que usan todo aquello que les permite vivir en una sociedad segura donde gestar su patrimonio. El expurgo es una labor necesaria para mantener cualquier espacio libre de aquellas purulencias y elementos sobrantes. La sociedad no puede permitirse a los ricos. Porque nos lastran. Son tan inútiles y prescindibles como la tetera que se usaba para limpiar las fosas nasales, no hacen falta ricos para eliminar las mucosidades y dejarse libre los orificios para respirar. Pero viven de hacerte creer que necesitas esa tetera inútil. Acabar con los ricos vía impositiva -no se me animen ustedes cogiendo la piedra de afilado que no estamos en 1789- es una necesidad imperiosa para eliminar la desigualdad. Si los ricos tienen miedo, deben temerle a la desigualdad. Porque cuanto más aumente, menos seguras tendrán sus mansiones. No las salvará ni la valle más alta y segura que puedan comprarse. En el fondo, es por su bien.

Hace solo unos días el heredero del Marquesado de Valtierra, que es Iván Espinosa de los Monteros, para conocimiento del vasallaje, pedía que le pagáramos la criada con los impuestos de la clase trabajadora. No se puede decir que no disimulen cuál es para ellos el papel del Estado. Servir a los ricos en sus privilegios. Martín Varsavsky es uno de esos millonarios que llevan desde 2011 sin pagar un gravamen a la riqueza y que se creen que nos deben algo por estar en nuestro país con su fortuna a pesar de que no paga los impuestos que tributa el currito medio. El empresario argentino apareció quejoso en una noticia en El País advirtiendo de que están en España como favor y de que se irán si les hacen pagar más. El empresario gorrón se hizo una foto desde su empresa en el parque empresarial de La Moraleja que cada año le pide al ayuntamiento de Alcobendas una subvención para el mantenimiento de la vía pública, eliminación de los residuos y el mantenimiento de la vía urbana y que en 1990, en el momento de la construcción del parque, costó 20.000 millones de pesetas, parte de ellos del erario público.

Varsavsky es uno de esos millonarios que se creen que en el sector privado podría operar sin la cobertura de estados bien estructurados que le proporcionan esas redes de telecomunicaciones y el espectro radioeléctrico público sin el que jamás podría haber hecho un solo euro con sus empresas tecnológicas. Esta recua de sablistas de los presupuestos públicos es la que amenaza con irse cuando se le exige pagar impuestos. Corran, hagan el favor de irse. Lejos, pero sin amenazar.

Daría por bueno un último esfuerzo de los que sí pagamos impuestos vía IRPF para construir un puente de plata donde vayan desfilando todos estos parásitos que viven de los servicios públicos que les permiten desarrollar su fortuna y aumentarla sin devolver algo de lo mucho que han conseguido gracias al esfuerzo de millones de personas. Esta clase parasitaria no es más que un pandilla de gorrones que disfrutan de la seguridad, infraestructuras y estabilidad legal, institucional y normativa que proporciona un cuerpo de miles de funcionarios sufragados gracias a los impuestos de los que sí pagamos. Se aprovechan de un entorno propicio para que engorden sus fortunas hecho a base de servicios públicos y cuando se les pide que paguen lo que les corresponde, no más sino lo justo, amenazan con llevarse su patrimonio, creado gracias a nuestros impuestos a otro país que seguir parasitando.

Existe una subespecie digna de conmiseración. Es aquella que defiende a los ricos porque se han creído eso de que esforzándose podrán serlo algún día. Dan bastante lástima, pero es el corpus necesario para que los ricos vivan tranquilos. Son como hordas zombificadas que se han comido de forma íntegra el relato de la meritocracia y consideran que inmolándose por los ricos conseguirán algún día las migajas que caen del banquete pantagruélico de estos. Los ricos son como una especie invasora que acaba con los recursos de una zona y cuando ya no queda nada que expoliar vuelan a otro lugar con recursos que seguir parasitando. En la ciencia ficción serían devoradores de mundo, aquí tenemos uno, se llama capitalismo y está devorando el único que tenemos. Un país próspero será aquel en el que esos ricos que parasitan lo público no existe, y la vía para lograrlo es hundirlos a impuestos, que paguen o se vayan. Son la escoria de la prosperidad. Estamos mejor sin ellos.