Estoy plenamente convencido de que todos los males de la izquierda de los últimos años nacen de la endogamia madrileña y de la soberbia de creer que desde la corte se puede mangonear al resto de territorios, realidades y sensibilidades. La burbuja madrileña es tóxica, genera unas dinámicas de endiosamiento y guerras intestinas que consiguen aislar a los protagonistas y alejarlos de la realidad social de la clase trabajadora y de los intereses mayoritarios de los ciudadanos a los que aspiran a representar. Nace en los barrios para huir de ellos e instalarse donde no les moleste el vulgo. La izquierda madrileña necesita que la salven de sí misma y conseguir que pueda verse representada desde una estructura confederal que la saque de su ensimismamiento. Lo necesitamos. El proyecto surgido en 2015 ha fracasado y es necio no reconocerlo.
En la coyuntura actual hay que recibir con empatía y compromiso partisano la propuesta de Gabriel Rufián y Joan Tardá que sospecho no es mayoritaria ni en su propio partido. Mi posición al respecto de los nacionalismos que ponen por delante el territorio a la clase siempre ha sido crítica, siempre será crítica, y es por eso que toca dar ejemplo con las cesiones teóricas. Si esas formaciones ceden en pos de la clase en la situación actual es preceptivo hacerlo cuando llegado al momento esas formaciones pongan sobre la mesa sus reivindicaciones nacionales. Se hará. Desde mi posición teórica, sin posibilidad concreta de ofrecer lo que propongo, estoy dispuesto a quemar Madrid, a dejar de lado mi terruño, por poner como prioridad la clase social de todo el territorio y delegar el poder y ceder absolutamente todos los mandos de dirección generados en universidades en un núcleo de amistades muy pequeños y privilegiado para construir un frente amplio que nazca desde Andalucía, Canarias, Galicia, Aragón o Extremadura y que tenga como subalterna a la izquierda del Pais Vasco, Cataluña o Madrid. Pero sobre todo a la de Madrid. No habrá posibilidad de construir nada con tutelas efectivas y es tiempo de ceder poder a quien nunca lo ha tenido.
Gabriel Rufián plantea algo que creo imposible por las resistencias que tendrá incluso en su propio partido. Es poco realista pensar que ERC va a tomar en serio una coalición plurinacional de izquierdas soberanistas, nacionalistas y españolas en la que se diluyan las reivindicaciones históricas del nacionalismo al tener que compartir espacio, tiempo y prioridades con muchas otras realidades. Es indudable que si se pone en el centro la clase social de todo el territorio hay medidas que se están tomando que benefician a unos territorios y a sus clases por encima de otras tienen que dejar de estar como prioridad. Pero estamos hablando de ceder para construir un imposible. Una alianza de este porte como simple medida coyuntural para construir un espacio plurinacional en el que se conforme un frente popular, de clase, y antifascista, tiene que tener como contraprestación por aquellos que siempre hemos sido reacios a apoyar la cuestión soberanista de aquellos que lo pretendan cuando se pueda dar la coyuntura para que sea efectivo.
No es novedad mi posición al respecto de los frentes amplios. Siempre los he defendido cuando existe la mínima posibilidad real de que se produzcan porque pienso, como Eric Hobsbawm, que no hay nada que tema más el capital que la izquierda unida en un frente común. La unidad no puede ser un fetiche, no puede ser algo impuesto que anule las voluntades de las partes que forman esa unidad. Tiene que ser algo deseado que no vincule esa unidad al control efectivo y cesarista del espacio. Por desgracia, es algo que hemos vivido de manera recurrente cada vez que los procesos de conformación de las plataformas de confluencia se producían generando unas dinámicas de poder vertical que hacía sospechar que la apuesta por la unidad solo buscaba tener más fichas que controlar. Si la unidad es solo un subterfugio para ser el tirano de todos los espacios es mejor dejarlo y buscar reconstruir desde los nichos. Ya estamos curados de líderes con expectativas empresariales.
Tres ideas fuerza. Un proyecto con tres ideas para la coyuntura a la que nos presentamos como hizo el candidato demócrata a la alcaldía de New York con sus apuesta por la vivienda, el transporte, y los permisos parentales. Algo que une a todos. Un programa de mínimos que ponga por delante las prioridades absolutas de todas las formaciones que se sumen al proyecto. Un proyecto plural y diverso de compromiso antifascista que se centre de manera prioritaria en la vivienda, los salarios y la defensa de las derechos civiles. No se debe olvidar para asegurarnos de que el proyecto de unión de las izquierdas es que la ofensiva ultra tiene como objetivo los derechos de las mujeres, los inmigrantes, y las diferentes nacionalidades de nuestra comunidad. La extrema derecha busca consolidar un proyecto para la clase privilegiada que restrinja los derechos reproductivos de la mujer, persiga a los migrantes, y censure las identidades culturales y nacionales de todo aquel que hable una lengua diferente a la española. Es sobre esos pilares los que la izquierda debe construir su proyecto, una unión que blinde todos los derechos que buscan ser reprimidos por los fascistas y en el que toda la gente que ve sus derechos vulnerados encuentre representación. Hay que ser muy privilegiado para buscar el beneficio personal en un momento en el que los derechos fundamentales de los colectivos vulnerables están en cuestión, porque no todos pueden irse a México a esperar tiempos mejores.
No soy un necio y soy consciente de la dificultad, casi utópica, de conformar una plataforma confederal efectiva que busque la unión en un frente popular antifascista que consiga construir el círculo virtuoso que supondría respetar las identidades de una amalgama tan diversa y a su vez aumentar la efectividad electoral. No soy capaz de divisar en lo concreto la posición teórica común de modo que organizaciones tan diversas y con realidades tan complejas puedan dejar sus estructuras actuales para constituirse en una plataforma plural que, irremisiblemente, implique la cesión de poder en beneficio de otras organizaciones que piensan igual en la mayoría de los asuntos, pero divergen en unos pocos temas pero muy relevantes. Sé que es casi imposible, pero es en situaciones de extrema dificultad cuando tiene que aparecer ese alma partisana que concurra unida para evitar que la barbarie derribe las puertas de la diversidad y la libertad.