La unidad no se está construyendo estos últimos días porque se lleva boicoteando el último año y medio. El cinismo tiene unos límites que convendría no sobrepasar para resultar mínimamente creíble hasta a sus seguidores más fanatizados. Quienes exigen a sus líderes la unidad como un fetiche tendrían que mirar hacia atrás, tener memoria y pensar en quién lleva poniendo piedras en el camino desde el mismo momento en que Pablo Iglesias eligió a dedo a Yolanda Díaz como su sucesora. Han pasado cosas terribles en el seno de la izquierda este tiempo, como el hecho de que se maniobrara para tumbar la reforma laboral y así acabar con la carrera política de la proponente. Todo el mundo entiende fácilmente que es muy difícil que integre en su formación a esos mismos actores quintacolumnistas que quisieron destruirla. A pesar de esas maniobras aparateras, se está haciendo de tripas corazón para incluir en una oferta plural a quienes han hecho todo lo posible para destruir de manera inmisericorde a cualquier actor político que compitiera con Podemos y no se plegara a su estrategia de tierra quemada.

La unidad no se fragua porque Podemos lleva meses destruyendo su condición de posibilidad. No se defienden los procesos de unidad, frente amplio y confluencia de forma sincera empeñándose en destruir todos los puentes de manera sistemática desde que se dieron cuenta que la elección de Yolanda Díaz no llevaría aparejada una sumisión al tutelaje de Pablo Iglesias. La unidad no es un fetiche que enarbolar, solo sirve como proceso para encauzar una demanda social que ilusione a un electorado que sienta creíble la posibilidad de lograr el poder y transformar la sociedad. Ya es tarde para que la unidad sea efectiva, porque los que ahora la piden como salvavidas han hecho todo lo posible para que sea inservible. La unidad para salvar los muebles es una estrategia de repliegue que no moviliza a un solo elector. ¿Alguien cree a estas alturas que si anuncian mañana que van todos juntos el ánimo del elector de izquierdas pasa de depresivo a ilusionado?

Los resultados devastadores de Podemos en las elecciones del 28 de mayohan cambiado el mensaje y ahora se muestran como adalides de la unidad para que no se les culpe si el proceso de confluencia fracasa cuando los límites legales ya no les dejan presionar más incluso con mentiras. Pablo Iglesias no ha tenido problemas en mentir diciendo que en Madrid, Cataluña y Valencia los partidos con mayor fuerza han dicho "con Podemos no" cuando lo que no se ha aceptado es la exigencia de Podemos de tener a sus líderes en los mejores puestos y aglutinando la mayor parte de los recursos económicos para salvarles de la quiebra. No sabemos qué busca mintiendo filtrando de manera interesada unas negociaciones de manera distorsionada sabiendo que nadie en el espacio le va a dar réplica por responsabilidad, lo que sí es es una obviedad es que las declaraciones de Pablo Iglesias en la cadena SER han puesto una nueva carga de profundidad a la posibilidad de que ese acuerdo se produzca. Cada vez está más lejos la unidad, pero llegados a este punto hay que plantearse para qué sirve unirse con estas actitudes que todos saben que no van a cesar y que van a seguir dinamitando la alternativa que Yolanda Díaz quiere construir.

Se puede estar unido y a la vez arrinconado para que el adversario acabe contigo de un solo golpe. La izquierda funciona bien con proclamas sin capacidad para adaptarlas a las nuevas realidades. Ese fetiche ahora se llama unidad mientras se grita a la vez que busca despedazar a aquel con quien se confluye. Existe en la cultura colectiva de la izquierda un problema profundo de comprensión de los momentos de época y una profusa falta de cintura para poder girar y cambiar posiciones firmes cuando la coyuntura exige nuevas derivadas. La unidad no puede ser un fin en sí mismo, un objetivo de punto final con el que morir todos juntos sin tener capacidad para pensar en el medio y largo plazo. No se puede construir una alternativa en la izquierda al PSOE muriendo en la orilla abrazados y después de bracear de manera infructuosa ahogando al que se tiene al lado para intentar salir a flote. Sumar no puede pensar únicamente en el 23 de julio, sino consolidar un proyecto con el que pensar la próxima década. Yolanda Díaz tiene que tener mirada larga y no quemar sus naves para este 23 de julio y volver a caer en el error de pensar únicamente en los proyectos en clave electoral de próximo turno.

Los hechos demuestran más que las palabras que se expresan. Lo que late en Ferraz es que no se cree de forma firme en la victoria en el próximo ciclo electoral, no al menos como objetivo principal sin que eso sea óbice para no luchar por conseguirla. Por encima de todo, el PSOE busca asegurarse una derrota honrosa parasitando el mayor voto posible a su izquierda, volver al bipartidismo y al turnismo asegurándose un grupo parlamentario poderosos que deje sin espacio a una izquierda alternativa liderada por Yolanda Díaz con la fuerza suficiente para ser una alternativa poderosa en el medio plazo.

El ecosistema de la ley del 'solo sí es sí' ha dejado tocados a dos actores políticos de primera línea como son Irene Montero y Pedro Sánchez, por este orden. Las encuestas cualitativas que manejan los partidos muestran este panorama de forma evidente. El análisis que se hace en el PSOE es que la única manera de desprenderse del coste asociado a esta percepción es hacer partícipe a Yolanda Díaz de ese desgaste con la inclusión de Irene Montero en su formación. Sea errado o no el análisis, esa es la intención que tiene el PSOE y para eso ha utilizado la encuesta de 40Db que se ha publicado en Prisa para presionar a Yolanda Díaz obligándola a integrar a Podemos y sus activos más tóxicos y así poder desgastar a Sumar y aglutinar voto útil. De forma paradójica, los que siempre están preocupados por las presiones e influencia de los medios de comunicación están haciendo pinza con un gran emporio mediático para doblar el brazo a la líder de Sumar e imponerle sus condiciones.

La correlación de debilidades en la izquierda es la que marca la nueva realidad emanada de una conversación pública de marcado carácter reaccionario. Unos resultados electorales deprimentes el 28 de mayo y la convocatoria electoral apresurada de Pedro Sánchez, que tiene como objetivo salvar su partido, ponen en una situación muy complicada la construcción de una alternativa poscomunista en el corto plazo. En ese contexto no se puede llorar contra la realidad y aceptar el peso en el nuevo ciclo de los actores políticos que han tenido responsabilidades al más alto nivel. Los liderazgos se agotan, por muy injusto que a algunos le parezca. Lamentarse contra la justicia del sistema no es un argumento político. En Podemos están lamiéndose las heridas quejándose por lo ingrato que es asumir el desgaste de haber sido objetivo principal de los ataques contemporáneos con un adanismo propio de quien no tiene memoria a largo plazo. No se ha sido más injusto con Podemos de lo que se fue con el PCE en democracia cuando después de la larga travesía durante el franquismo las urnas optaron por dar el favor a un PSOE que había estado agazapado sin hacer ruido. La política no devuelve los favores prestados y es tiempo de apartarse y no molestar buscando el bien común por encima de la supervivencia personal.