Nuestra lideresa necesitaba una dacha. Una casa de campo en la sierra donde pasar los fines de semana caniculares y evadirse del ruido de la ciudad para poder descansar en familia y huir de las persecuciones políticas de aquellos que quieren derrocarla. "Así funcionan las dictaduras comunistas", dijo Isabel Díaz Ayuso al ser preguntada por su dacha en Rascafría. Y tiene razón. Los sátrapas estalinistas tenían sus dachas, expropiándolas a empresarios o construyéndolas desde cero. Ayuso ha elegido la compra a una familia de la elite empresarial por 4,3 millones de euros. Pero además, nuestra lideresa es humilde, es llana, es del pueblo raso, se ha llevado a su dacha de Rascafría, comprado con nuestro dinero, el tupper, y ha comprado en el Covirán. La lideresa del pueblo.

No he podido evitar recordar las historias que se contaban sobre la vida austera, de hombre llano, arraigado al terruño de Stalin en su dacha de Kuntsevo. Stalin no comía de tupper, pero criaba sus propias frutas. Su comida era frugal, nada ostentosa, incluso desayunando pan negro y uvas de sus vides georgianas. Sus paseos por el bosque y su cercanía a la tierra servían de mensaje simbólico hacia su pueblo. De Kuntsevo a Rascafría no cambian los mensajes.

La dacha de Stalin estaba en un bosque de abedules cercano a Moscú, la casa era rústica, sin grandes alharacas, sencilla para el hombre y el momento. Su vida no era nada lujosa en la dacha, se dedicaba a leer todo el tiempo, eso sí es algo que no hace nuestra lideresa, y a cultivar un huerto de sandías. En Rascafría también hay abedules, aunque predominan el pino y los robles. Las afueras de Moscú tienen un clima diferente al de Madrid, pero sirven para el mismo propósito. El descanso de los guerreros. Así funcionan las dictaduras comunistas. Sus líderes tienen dachas lujosas y las venden al pueblo como austeras, sencillas y lugares de retiro espiritual y descanso. Un espacio sin grandes lujos donde los líderes pueden realizar actividades que les aproximen a la vida del pueblo, como cuidar un huerto de sandías o comer una ensaladilla rusa en un tupper. Actividades sencillas realizadas en una mansión en un bosque de abedules o pinos.

La teatralización de la sencillez y el intento por hacer parecerse parte del pueblo llano es una epidemia propia de todos los políticos de la historia, ese virus empapa a líderes democráticos y autoritarios y no escapa a nadie. La propaganda estalinista vivió muchas décadas de esta manera de proceder sobre la actividad cotidiana de Stalin en su dacha de Kuntsevo, lo que no esperaba ver era a la lideresa de Madrid fardar de sencillez habiendo pasado el fin de semana en una chalé de cuatro millones de euros comprado con dinero del erario público porque se había llevado comida en un tupper. Porque la gente no es gilipollas, independientemente de que haya quien esté dispuesto a justificar cualquier barrabasada de la generalife de la capital por miedo a perder los suntuosos recursos públicos que destina a tener a una prensa silente y servil dispuesta a callar o desviar el foco cada vez que mete el cuezo. Váyase a su dacha, Isabel. Pero no insulte a la gente porque la mayoría tendrá que buscar un alojamiento por más de 150 euros la noche para poder permitirse descansar, y ellos sí que comerán de tupper porque no les quedará más remedio al gastar los pocos recursos que tienen para las vacaciones en unos precios imposibles. Algo que usted se ahorra disfrutando de algo que ningún madrileño humilde de los de verdad, no los que fingen serlo, podrán jamás.

Es difícil tomarse algo en serio de lo que dice Isabel Díaz Ayuso si no es para darle la vuelta y atender exactamente a la literalidad de sus palabras, sin buscarle dobleces, por eso cuando al ser preguntada por ese casoplón en Rascafría en el que veranea a costa de todo lo que hemos pagado para que pueda disfrutarlo hay que hacerle caso y ceñirse al literal. Sí, así funcionan las dictaduras comunistas, donde la lideresa se compra una casa de vacaciones con la nuestra y nos quiere hacer ver que nos hace un favor porque se ha llevado el tupper. Habrá que investigar si el pan negro y las uvas georgianas de Stalin también las guardaba en un tupper en su dacha de Kuntsevo.