En redes sociales suelen viralizarse videos motivacionales que esconden realidades terribles. Uno de esos ejemplos casi distópicos que llegan de EEUU de manera recurrente enseñaba a un anciano de 82 años que aún estaba trabajando de cajero en un supermercado Walmart y gracias a una colecta de un empresario que fue atendido por el anciano logró jubilarse. El vídeo de Tik Tok pretendía mostrar la bondad de aquellos que habían participado en el crowdfunding. Caridad para conseguir 150.000 dólares con los que por fin el anciano podría dejar de trabajar y descansar, cuando lo que enseña de forma descarnada es un sistema que abandona a su suerte a sus ciudadanos. Una profunda deshumanización individualista.

En España, cuando vemos ese tipo de ejemplos habituales en EEUU relacionados con la sanidad o las pensiones, valoramos un poco más lo que tenemos. Pero tras ver ese vídeo esta vez el pensamiento que me embargó fue el de la consciencia de lo cercano que estamos de vivir esos momentos, quizás no mi generación, pero sí la que me precederá. El dique que nos separa de ese momento en el que tengamos que recurrir a la caridad para jubilarnos es la vivienda en propiedad de nuestros padres, el lugar donde poder refugiarnos cuando tengamos una pensión mísera, pero que cuando falte abocará a la miseria a una generación entera que no tendrá un techo donde guarecerse y sin una pensión suficiente para poder pagar un alquiler decente.

La subida del SMI ha puesto el listón en 1.080 euros al mes mientras el salario más habitual en España es de 18.480,19 euros anuales. El alquiler medio en Madrid es de 15 euros el metro cuadrado, por lo que un piso en alquiler de 60 m2 se sitúa en 900 euros al mes, lo que serían un total de 10.800 euros al año. Para una persona que gane el salario mínimo supondría que le quedan 180 euros al mes para el resto de gastos, por lo que no comería. Sería una trabajadora, porque suelen ser las que tienen trabajos más precarios, abocada a asistir a un banco de alimentos. Para quienes tengan el salario más habitual les quedarían 500 euros al mes para el resto de gastos. Para todos y cualquier gasto.

Lo que en España separa el bienestar de la pobreza es la vivienda. En esencia, esto es un hecho, no es posible acceder a una vivienda en solitario siendo un miembro de la clase trabajadora en los grandes núcleos de población. No solo no es posible lograr una vivienda, sino que no es posible encontrar un techo indigno. Ya somos un país en el que no es posible vivir con un sueldo. No es un futuro imaginado, es el presente, cualquier trabajador o trabajadora necesita compartir piso, vivir con su pareja, con otras parejas, con sus padres o de cualquier otra forma imaginable pero en ningún caso el sueldo más habitual en España permite el acceso a una vivienda. Esto, debería ser una prioridad para todos los gobernantes porque es igual de intolerable que el hecho de que la clase trabajadora no tuviera garantizado algún otro derecho como el acceso universal a la sanidad o la educación.

La paradoja del debate es que en la opinión pública las medidas políticas están centrándose en aminorar la cuota de la hipoteca a quien ya tiene una vivienda y están ignorando a todas aquellas personas, las más precarias, que no tienen posibilidad de acceder a una vivienda ni sueñan con poder lograr una hipoteca. Las medidas planteadas se podrían decir que nacen de un estrato burgués de clase media establecida, como lo categoriza el sociólogo británica Mike Savage, que viven la subida del euribor y que por lo tanto son conscientes de esa realidad. Pero en política no hay que pensar únicamente en los problemas que conoces por vivirlos en primera persona o por tu ámbito relacional. El problema de la vivienda es mucho más profundo que una subida del euríbor de los tipos variables en quienes ya tienen una hipoteca, que siendo un problema grave, no es el mayor de los problemas al que nos enfrentamos. Es estructural y sistémico.

Llegará el día en el que quienes tengan que vivir con una pensión y no tengan una vivienda en propiedad estarán en la más absoluta miseria. La pensión media en España es de 1.189 euros, lo que imposibilitaría vivir en régimen de alquiler sin vivir en la pobreza severa. Si hoy no tenemos hordas de ancianos indigentes es porque muchos pudieron en su momento haber invertido el ahorro de toda una vida trabajando en una vivienda en propiedad, pero en la actualidad, para la mayoría de la población de clase obrera eso no es posible. No quedaría otra posibilidad para quien no tuviera vivienda alargar su vida profesional al estilo americano para intentar subsistir. No es una hipótesis, es un hecho que en unas décadas en España viviremos con miles de zombis indigentes. Ancianos deambulando o pidiendo por la calle después de una vida entera trabajando porque el derecho a la propiedad es un bien supremo que impide a la clase política tomar medidas ambiciosas que priven a la banca de sus fondos inmobiliarios y considera por encima del derecho del acceso a la vivienda el derecho a acaparar techos para especular con ellos.