Antonio Miguel Carmona es un hombre acostumbrado a los cambios. Desde 1997, año en el que le conocí, subió y bajó kilos con una velocidad pasmosa, se puso el pelo corto cortísimo y lo dejó crecer como si el saneado de puntas fuese la última de sus preocupaciones. Y así, en esta vida yoyó que ha transcurrido entre las clases en la universidad, artículos, tertulias y hundir lento pero seguro al PSOE madrileño, ha decidido dar otro salto. Un cambio éste que pocos esperaban, desde luego no esta periodista, que lo hacía alimentando cuerpo y espíritu en alguna terraza de la capital entre clase y tertulia.

El fichaje del socialista como vicepresidente de Iberdrola, una empresa presidida aún por un señor con cejas furiosas y un expediente inquietante, lanza unos cuantos mensajes. El primero es uno de esperanza en el mercado laboral, porque encontrar semejante bicoca con 58 años es más propio de otros países que de este llamado España. Lamentablemente es el único bueno.

En un momento en el que asistimos a la subida del precio de la luz con el mismo asombro y la atención que le prestamos entonces a la prima de riesgo. En un momento en el que en el Gobierno no se ponen de acuerdo en cómo llamar a los beneficios de las eléctricas: "extraordinarios" para uno, "groseros" para otros, "expolio" para algunos. En un momento de pulso entre unos que no quieren perder dinero y otros que no quieren perder votantes.

En un momento, insisto, en que la coalición se muestra incapaz de ponerle freno a la escalada del precio, y todo parecen parches y por tanto heridas mal curadas, el socialista (de base, militante, sin cargo alguno, lo que quieran), acepta la oferta de la empresa del Ibex a cambio de su alma y sobre todo su agenda de teléfonos, que suele ser lo único que interesa en este tipo de trabajos. Porque los principios y los valores están como los cuartos de baño de El Corte Inglés: al fondo a la derecha.

El nombramiento está, como casi todo, sujeto a especulaciones. La que escribe desconoce a qué se debe este interés entre ambas partes; miento, una sí, porque la pela es la pela y a nadie le amarga un despacho con alfombra mullida y pocos papeles encima de la mesa. Pero extraña qué esperará Sánchez Galán del doctor en Económicas y piloto, como si tuviera los mejores contactos o secretos de la política bajo su custodia.

Carmona es un tipo simpático, provocador y locuaz, y como tal, tiene en su currículo una serie de gansadas dichas en público, como aquella vez que quería naumaquias para la ciudad de Madrid y tuvimos que acudir todos al diccionario para opinar sobre el asunto. Carmona es un tipo que no se lleva bien con Pedro Sánchez, pero este tipo de desavenencias con el presidente hace tiempo que dejaron de ser noticia.

El partido en el que milita (al menos hasta esta mañana) ha mostrado su profunda decepción con el profesor. Entre los elegidos para pronunciarse, le ha tocado al secretario de Organización Santos Cerdán, que ha dicho: "No tengo nada contra Iberdrola ni contra Carmona. Pero si se confirma la noticia de su fichaje, me parece un mal mensaje el que emiten ambos". Me gustan muchísimo estas intervenciones en las que se arranca con una frase plagada de buenas intenciones para luego hincar el diente.

También las que son contundentes, porque son las que se desmontan antes. Como las que realizó el futuro vicepresidente de Iberdrola hace menos de dos meses en un hilo de Twitter en el que desmentía que Iberdrola estuviera vaciando los pantanos para maximizar sus beneficios: "No tengo ninguna simpatía ni por Iberdrola ni por ninguna multinacional eléctrica. Al contrario, he denunciado que el sistema marginalista genera grandes beneficios extraordinarios y que el gobierno debe actuar cuanto antes".

En lo de cambiar de opinión sí que se parece a Pedro Sánchez. Tanta paz lleves como valores dejas, profesor. Suerte.