En 1937, Málaga caía en manos de los sublevados con la ayuda del ejército italiano. En medio del caos, rodeada de fascistas, se encontraba Shiela Grant Duff. Fue considerada la primera espía de la Guerra Civil, aunque en realidad era una periodista liberal que operaba bajo una identidad ficticia. Apenas sabía nada de España, ni del idioma ni de su cultura, pero aun así se lanzó a una misión peligrosa: localizar a un espía comunista oculto en la ciudad.
'Lo contaron al mundo' es un libro que reconstruye la presencia de las corresponsales extranjeras que narraron la contienda española
Historias como la suya son las que rescata Bernardo Díaz Nosty en Lo contaron al mundo, un libro que reconstruye la presencia de las corresponsales extranjeras que narraron la contienda española. Mujeres que, cámara o cuaderno en mano, arriesgaron su vida en las trincheras, en los hospitales de campaña o en las ciudades bombardeadas.
La guerra hecha imagen
Entre ellas está Gerda Taro, que también llegó a Málaga en aquel 1937. Su cámara captó la célebre imagen dela desbandá, aquella multitud de familias exhaustas que huían hacia Almería bajo los bombardeos. La fotografía terminó en la portada de una revista internacional y se convirtió en símbolo del horror que vivía la población civil.
Taro no se conformó con un par de instantáneas: cubrió la institución de las milicias populares, retrató los bombardeos de Madrid y estuvo presente en la batalla de Brunete. Allí murió, con apenas 26 años, atropellada accidentalmente por un tanque republicano. Su nombre quedó unido para siempre a la historia del fotoperiodismo, pero no fue la única.
Otra mirada
Gerda Grepp, considerada la primera reportera de guerra de Noruega, se empeñó en mostrar no solo los combates, sino sobre todo lo que ocurría después: las colas del pan, los cuerpos rescatados de entre los escombros, los niños enfermos en hospitales improvisados. Su mirada, como la de otras tantas mujeres, contrastaba con la de muchos corresponsales varones de la época, más atentos al calibre de los proyectiles o a la estrategia militar.
Este cambio de foco es lo que hace tan valioso el trabajo de Díaz Nosty: recuperar las crónicas que pusieron el énfasis en el hambre, en la falta de medicamentos, en el desarraigo de los refugiados. En definitiva, en la experiencia humana de la guerra.
Rescate frente al olvido
Durante décadas, estos nombres quedaron relegados a notas a pie de página cuando no desaparecieron por completo de los archivos. El machismo de la profesión y la visión heroica reservada casi siempre a los hombres eclipsó su aportación. Hemingway, Dos Passos o Saint-Exupéry fueron elevados a iconos, mientras que Taro, Grepp, Virginia Cowles o Martha Gellhorn apenas se mencionaban.
El trabajo de Díaz Nosty ha sido tan exhaustivo que incluso ha dado pie a exposiciones en la sede de la UNESCO en París
El trabajo de Díaz Nosty ha sido tan exhaustivo que incluso ha dado pie a exposiciones en la sede de la UNESCO en París, donde se mostraron imágenes y textos de esas reporteras olvidadas. Un reconocimiento tardío, pero necesario, que sitúa sus nombres en el lugar que merecen.
Porque nuestra Guerra Civil no solo se contó con fusiles y cañones. También se escribió en libretas arrugadas, se reveló en cuartos oscuros y se transmitió en cables de agencia. Y muchas de esas historias fueron escritas por mujeres que contaron la guerra desde otra perspectiva y cuyas crónicas fueron su mejor arma.
Sigue el canal de Ahora Qué Leo en WhatsApp para estar al tanto de todas nuestras reseñas, reportajes y entrevistas.