Ian Gibson
Ilustraciones: Quique Palomo
Editorial: Planeta Cómic
Año de publicación original: 2025
Imaginad un niño de cinco años contemplando, fascinado y aterrado, cómo su reflejo en el espejo coexiste con un hermano muerto; o a un pintor adulto, capa al viento en Broadway, plantando un ojo disecado en la vitrina de un gran almacén para defender sus derechos. Con esa mezcla de desasosiego y maravilla nos golpea La vida incombustible de Salvador Dalí, la novela gráfica con la que Ian Gibson y Quique Palomo nos encierran en el cráneo del genio surrealista.
Gibson y Palomo vuelven a trabajar juntos tras hacerlo en Cuatro poetas en guerradonde hablaban de la vida de los eternos poetas republicanos Antonio Machado, Miguel Hernández, Juan Ramón Jiménez y Federico García Lorca. Precisamente, los dos colaboraron también en Vida y muerte de Federico García Lorca, una novela gráfica centrada en la figura del escritor de Fuente Vaqueros, y también en Ligero de equipaje: vida de Antonio Machado.
Ahora regresan de nuevo en un nuevo cómic que convierte a los metafóricos relojes blandos de La persistencia en la memoria en viñetas capaces de estirarse hasta el infinito. Página a página nos vamos sumergiendo en el caleidoscopio vital de Dalí, desde su cuna en Figueres hasta el ovillo final en su cripta bajo el Teatro-Museo.
El hispanista y el ilustrador
Gibson, reconocido hispanista, autor de la monumental biografía La vida desaforada de Salvador Dalí, aporta aquí el rigor de décadas de investigación y entrevistas inéditas. En un sorprendente giro, confiesa que, a pocos días de su muerte, Dalí le reveló "las grandes preguntas" como, por ejemplo, la relación de pura amistad entre el pintor yFederico García Lorca. Matizando, eso sí, que lo que Lorca sentía por Dalí era un amor físico torrencial que el pintor de Figueres era incapaz de corresponder.
Ian Gibson aporta a esta biografía ilustrada el rigor de décadas de investigación
Palomo, por su parte, traduce ese torrente surrealista a pinceladas vivas: rostros que se desdoblan, relojes derritiéndose sobre cerebros y paisajes mentales en tonos de neón, un estilo que ya lo consagró en su adaptación de Lorca.
La crónica arranca en la casa natal, donde un Dalí de apenas tres años descubre que es la "reencarnación" de su hermano mayor muerto. Tras una infancia algo rebelde, un tránsito rápido lo lleva a la Residencia de Estudiantes de Madrid (1922–29), epicentro de la generación del 27, donde forja amistad con Lorca —cuyos versos aunaban ternura y tormento— y Luis Buñuel, con quien coescribió Un perro andaluz (1929), aquel cortometraje que partió lunas y conciencias.
Llega el Surrealismo
El París surrealista conmueve a Dalí: allí entra en el grueso de la vanguardia, firma manifiestos, asiste a las tertulias de André Breton y expulsa los límites de la lógica pictórica. Gibson recoge la tensión entre la camaradería y las disputas artísticas, la sombra creciente de Breton que en 1939 vetaría a Dalí por su “apoliticismo” y sus extrañas simpatías.
El París surrealista conmovió a Dalí entrando en el grueso de la vanguardia, firmando manifiestos y asistiendo a las tertulias de André Breton
El estallido de la Segunda Guerra Mundial precipita el éxodo a Estados Unidos. Dalí y Gala –su musa y gestora– aterrizan en Nueva York en 1940, donde el pintor abandona el escándalo y abraza un catolicismo renacido: diseña escaparates para Bonwit-Teller, juega con la moda de Schiaparelli y colabora con Hitchcock en Recuerda (1945) .
Palomo dibuja esos años como un carnaval de titulares: Dalí, el artista que lanzó una bañera contra un escaparate en defensa de sus derechos de autor, desfilando por Broadway con capa y bastón.
Acercamiento al franquismo
En 1948 regresa a Cataluña, un retorno celebrado por el franquismo como triunfo nacional (mientras otros surrealistas sufrían exilio). La novela gráfica detalla cómo encontró consuelo en la devoción nuclear-mística: Cristo de San Juan de la Cruz (1951) y Corpus Hypercubus (1954) se convierten en hitos de su segunda juventud artística. Epilogal, la novela gráfica no elude su compleja relación con el régimen: ni gestos de Vicente Gil y Ferraz, ni el saludo protocolario a Franco bastaron para disipar la polémica.
A finales de los sesenta, Dalí inaugura su obra definitiva: el Teatro-Museo de Figueres, diseñado con pianos mecánicos y cúpulas geodésicas. El cómic dedica una pequeña parte a ese "laboratorio daliniano". Las últimas viñetas, más sombrías, muestran al artista enfermo, aferrado a Púbol tras la muerte de Gala en 1982, dejándose llevar por recetas de ambición suspendida y fármacos que erosionan su mano temblorosa.
El cómic culmina con el propio Ian Gibson yendo a la carrera a Figueres para hablar con un Dalí ya terminal
La vida incombustible de Salvador Dalí termina con el propio Ian Gibson yendo a la carrera a Figueres para que Dalí le contase en persona –algo valiosísimo porque ya no recibía a casi nadie– el tipo de relación que tenía con Lorca. Tras la confesión de un Salvador Dalí al que ya le costaba hacerse entender, la novela gráfica culmina dejándonos un retrato tan surrealista del personaje –y la persona– como lo fue el propio Dalí.
Es esta una obra que exige deslizarse por sus páginas con la misma curiosidad que el artista ponía en cortar lunas, moldear sueños y reinventar el 'yo'. Una forma diferente de redescubrir a un genio que vivió con la urgencia de quien sabe que el instante es lo único realmente eterno.
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