Pablo Batalla Cueto
Editorial: Capitán Swing
Año de publicación original: 2025
El 23 de mayo de 2010, Wasfia Nazreen, una alpinista bangladesí, holló la cumbre del Everest. Desde allí, enarboló una bandera de su país para conmemorar el cuadragésimo aniversario de la independencia de Bangladés y homenajear, así, la lucha diaria de las mujeres de su país.
El Everest se ha convertido en el 'Speaker's corner' del mundo: el lugar al que ir a pregonar tu causa
Poco antes, el británico Kenton Cool había dejado en aquella cima una medalla de oro, la misma que en 1922 llevaba un compatriota suyo, que, a 500 metros de la meta, tuvo que renunciar a hacer cumbre en el techo del mundo por las malas condiciones climáticas. Se dieron la vuelta, pero prometieron que algún día aquella medalla reposaría en la cima del Everest.
Ese mismo día de primavera de 2010, entre Nazreen y Cool, la japonesa Tamae Watanabe se convirtió en la mujer de más edad en hollar la cumbre más anhelada. Tenía 73 años. Estas fueron solo tres de las 169 historias que se contaron aquel día desde lo más alto del planeta. Porque, como dice el historiador Pablo Batalla Cueto en su ensayo La bandera en la cumbre, el Everest se ha convertido en el Speaker's corner del mundo: el lugar al que ir a pregonar tu causa, cualquiera que sea.
Todo es política
A través de las casi 300 páginas que tiene este libro, Batalla Cueto desgrana infinidad de anécdotas de montaña. Clasificadas en torno a las diferentes ideologías y movimientos sociales que se han desarrollado a lo largo de la historia, el libro va explicando cómo todas ellas han utilizado la ascensión a todos los picos del mundo para aumentar la difusión de sus causas.
Porque, como asegura el autor deLa bandera en la cumbre, "todo es política, no existe la no política". Y las hazañas alpinas, las historias de superación, siempre son utilizadas por unos o por otros, cuando no lo hace directamente el propio protagonista.
Las hazañas alpinas siempre son utilizadas por unos o por otros, cuando no lo hace directamente el propio protagonista
Los ingleses, por ejemplo, se apropiaron de la hazaña de un neozelandés, Edmund Hillary, el primer humano en llegar a la cumbre del Everest. Y aunque en Nueva Zelanda crecía el orgullo nacional y llegaron a poner la imagen del alpinista en el billete de cinco dólares, el Secretario de Estado de la Guerra británico le dijo: "Toda la Commonwealth está conmovida y orgullosa de su gran logro".
Tenzing Norgay, el sherpa que acompañó a Hillary se lamentaba tras alcanzar el éxito de la batalla que se libró en la prensa india, nepalí y tibetana por su origen: "Yo era un sherpa, un simple montañés. Pero entonces todo se convirtió en un tira y afloja. Dejé de ser un hombre para convertirme en una especie de marioneta".
En Italia se montó una expedición a toda prisa cuando se enteraron de que un inglés, Edward Whymper, iba a ascender su monte más alto, el Cervino. Sobornaron a uno de sus guías pero ni aún así lograron llegar antes que el extranjero. Algo parecido ocurrió en el Naranjo de Bulnes, en Asturias. Cuando el Marqués de Villaviciosa se enteró de que unos ingleses querían escalarlo, dijo "¿Cómo voy a permitir que venga un extranjero a profanar mi coto preferido de rebecos?". En este caso los ingleses perdieron.
Alpinismo y propaganda
La independencia de Kenia, en diciembre de 1963, se celebró con la ascensión de un joven alpinista al monte Kenia, su pico más elevado y la montaña que le da nombre al país. En 1911, la alpinista Funny Bullock ascendió parte del K2, en el Himalaya, donde clavó una bandera que decía "Votes for Women", pidiendo el sufragio universal.
En 1911 Funny Bullock ascendió el K2, en el Himalaya, donde clavó una bandera que decía "Votes for Women"
El Papa Pio XI, experimentado escalador, ascendió el Cervino por la vía Suiza e incluso abrió una vía al Mont Blanc más larga y técnica, pero mucho menos concurrida que la habitual. Un trazado bautizado, obviamente, como la vía del Papa. Heinrich Harrer, alpinista alemán, aseguró en 1938 haber "escalado la cara norte del Eiger —cuatro mil metros de piedra caliza y hielo— solo para poder ver a nuestro Führer", que, por supuesto, le recibió como a un héroe de la raza aria.
En la Unión Soviética, donde todo se hacía con objetivos prácticos, se coronaron infinidad de cumbres con fines militares o científicos, para después cambiarles el nombre. Pico Revolución de Octubre. Pico Reclutamiento Militar. Pico del Soldado del Ejército Rojo. Eslabón de los Partidarios de la Comuna. Incluso, por supuesto, Pico Lenin, el tercero más alto de todo el país. Y tras cada éxito, se celebraba un desfile para mayor gloria comunista.
Un ensayo en la cumbre
Personas con discapacidad, ecologistas, animalistas e incluso el islam han llegado a los picos más altos de la tierra para pregonar su palabra, para empoderarse o para reivindicarse. Y todos ellos están registrados en La bandera en la cumbre. El trabajo de Pablo Batalla Cueto, perfectamente documentado en una bibliografía recogida en abundantes notas al pie, es abrumador.
Cada nombre, cada fecha, cada historia está registrada. Cada anécdota analizada. De tal modo que, si la lectura de un libro se pudiera comparar con la ascensión de una montaña, esta cordada, aunque larga y técnica, se hace increíblemente amena. Y alcanzar la cumbre te permite contemplar con otros ojos el mundo del alpinismo.
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