Soraya Romero Hernández

Editorial: Kailas

Año de publicación original: 2025

Decía Carlos Ruiz Zafón que "somos porque alguien nos recuerda". En este ejercicio de memoria, Nicomedes Romero pervive —y se convierte en inmortal— en el recuerdo de su nieta. Pero es también todas las vidas posibles que pudo haber tenido y le arrebataron, porque fue fusilado en la Guerra Civil.

Soraya Romero Hernández le regala al lector, y a su bisabuelo asesinado, una narrativa que dignifica su vida y la de tantos masacrados

En ese "qué hubiera pasado si...", Soraya Romero Hernández le regala al lector, y a su bisabuelo asesinado, una narrativa que dignifica su vida y la de tantas personas que fueron masacradas. Aunque someta a sus antepasados a quedar marcados como las manzanas podridas en el cesto. Entre barros, lodo y cieno, la autora bucea en un argumento que engancha y que nos hace viajar a ese exilio imaginado junto al protagonista, en una trenza histórica entre España y México.

La vida posible de Nicomedes no es fácil. Arrastra en la lectura y nos introduce en un viaje, de difícil retorno, a un exilio obligado. Primero a Portugal y después a América. Su itinerario vital resulta ser un pasaporte marcado por la violencia y un juego de luces y sombras donde tiene que inventarse otra identidad para sobrevivir. Pero el protagonista ya lo advierte en una de sus cartas: "La verdad no importa, porque la mayoría de las veces la verdad también puede inventarse".

Escapar del pozo infinito del olvido

El relato avanza con un ritmo que engancha, sostenido por la tensión entre realidad y ficción que remueve el suelo que pisa. Aderezado con citas poéticas y hasta con una propuesta de playlist musical pero sin ningún artificio, se despliegan todas las piezas de un rompecabezas que no puede quedar inconcluso, el puzle de la memoria desdibujada de su propia familia. Porque Soraya Romero Hernández vuelve a regalar en esta literatura una ventana a su vida y a su pasado, aunque cueste asomarse.

'Demasiado ayer' trata de combatir con literatura el olvido al que algunos quieren condenar nuestra historia

"Hace un tiempo empezaron a dolerme heridas que no eran propias, verdades a las que les apremiaba escapar del pozo infinito del olvido, de la muerte definitiva e irreversible que es la de la desaparición de la memoria". Así lo cuenta la autora en el epílogo, en el que reflexiona sobre la necesidad de hilvanar con las palabras precisas un relato reparador.

Como también hiciera con su anterior novela, La semilla del silencio, presenta su propio jaque en un tablero personal y familiar, incluyendo documentación sobre los hechos históricos que novela. Una reflexión punzante, que nos duele como sociedad, para combatir con cuidada literatura ese olvido al que algunos quieren condenar nuestra historia.

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