Los agentes siguen de incógnito a los manteros de Cádiz hasta un polígono sevillano. Vigilan estas naves durante un año y cada día observan como varios hombres salen con cajas, nada fuera de lo normal. Imposible imaginar el botín que iban a encontrar dentro: gafas de sol, pantalones vaqueros, chándales y 8.000 perfumes, todo falsificado. Su equivalente en productos auténticos supera el medio millón de euros.

La Guardia Civil pone cara al hombre que suministra a los manteros, un ciudadano árabe llamado Bouzekri En Nazeh. Según los agentes se hace rico vendiendo mercancía falsa. En la planta de arriba de la nave hay una mezquita. Descubrimos que el hombre acusado de vender falsificaciones es la persona que dirige las oraciones.

Accede a que entremos en su negocio, una empresa totalmente legal: un bazar donde vende productos al por mayor. Quiere que grabemos los perfumes que expone en primera línea, ninguno de marca conocida. Niega que vendiera falsificaciones, pero la Guardia Civil encuentra en su nave un catálogo donde se detallan las características de cada artículo falsificado.

La documentación que encuentran en esta nave les conduce al otro extremo del país, a un pequeño pueblo de Galicia. Ahora está cerrado, pero los agentes encuentran 225.000 falsificaciones, valoradas en 2 millones de euros, en cajas dispuestas para el envío.

En sólo un año, desde la discreta nave se envían 330.000 productos de imitación que venderán manteros y distribuidores de 41 provincias. Una red de distribución que envidiarían muchas empresas legales, y en la que detienen a 101 personas.

Un documento del Senado de EEUU alerta del incremento de las conexiones entre terrorismo y los beneficios que reportan las falsificaciones. Ellos son el final de la cadena, los que reciben el gran beneficio del negocio ilegal de las falsificaciones. Pero, ¿dónde se fabrican esos artículos que pueden estar financiando al terrorismo más perseguido?