TecnoXplora » CienciaXplora » Ecología

PIEZA CLAVE EN EL EQUILIBRIO NATURAL DE ALGUNOS ECOSISTEMAS

No todos los parásitos son malos (a veces ni siquiera para los afectados)

Hay especies que se nutren de otras, aprovechándose y debilitándolas. Son, además de las más listas del lugar, las que conocemos como parásitos. Pero a veces tienen una misión oculta que no es tan mala como parece.

Grillo

Grillo Wikipedia

Publicidad

Todos tenemos parásitos en nuestra vida. No, no se trata de tu cuñado, ni de ese primo gorrón que tanto se alegra (él) de verte. Los tenemos en nuestro organismo: en nuestro intestino, por ejemplo. Seres que se nutren de nosotros y que, lejos de darnos algo a cambio, nos pueden perjudicar.

El parasitismo no es la única relación posible en la naturaleza. Existen muchas otras, como la simbiosis, el mimetismo, la saprotrofia... ¿Ejemplos? Entre los peces payaso y las anémonas: unos viven protegidos por los tentáculos urticantes de las otras, que a cambio están siempre limpias de parásitos y protegidas contra agresiones externas dada la territorialidad de sus nuevos inquilinos. O entre los 'pájaros picabueyes, que se alimentan de los parásitos y restos de comida de grandes herbívoros.

Pero lo que conocemos normalmente como forma de relación es el parasitismo.

Parásitos hay un montón, desde los microscópicos hasta los visibles. Los hay en el reino animal y en el vegetal. Y, a pesar de su fama, no todos son tan malos.

Por ejemplo, un terrible gusano que parasita y controla a los grillos hasta matarlos. Crece dentro del insecto, del que se va alimentando y, llegado el momento, le hace saltar al agua, donde el huésped sale de su cuerpo y le deja flotando, muerto, ahogado. Es decir, come de él, le empuja al suicidio y lo abandona.

¿Y qué demonios tiene eso de bueno?

Para el grillo nada, claro, pero sí para muchas especies de peces, que encuentran en el grillo un aporte nutricional que de otra forma no podrían tener, favoreciendo la riqueza biológica del entorno.

Otro ejemplo similar, aunque no igual, del que ya hablamos es el del hongo que convierte a las hormigas en zombies, llegando a controlar su voluntad y haciendo que, al final del proceso, mordisqueen una hoja a la que se quedarán pegadas en posición invertida facilitando la liberación de esporas para proseguir la propagación. En este caso nadie más que el propio huésped saca ventaja alguna.

Hay más casos de parásitos que, pese a provocar la muerte de su infectado, alegran la vida al entorno: como los hongos que inutilizan el pie de algunos moluscos oceánicos, impidiéndoles agarrarse y quedando expuestos en la superficie para que los pájaros los devoren. Por el camino, no obstante, otros seres se adhieren a su concha, algo que no podrían hacer sin la acción parasitaria, multiplicando la biodiversidad de la zona.

Pero hay casos aún más sorprendentes: una investigación recientemente publicada en Science y desarrollada en España demuestra que el caso más conocido de parasitismo aviar, el de los cucos, puede tener efectos beneficiosos. Esta especie animal coloca huevos en nidos ajenos para que otras aves los críen, con el problema de que los polluelos de cuco suelen acabar con sus 'hermanos'. Según esta investigación, sin embargo, hay un tipo concreto de cuco que establece una relación mucho más curiosa: sus crías segregan un líquido repelente en el nido que espanta a los depredadores, lo que hace que se protejan no sólo ellas mismas, sino los pobladores originales del nido.

Luego están los parásitos de toda la vida, que atacan a su presa... incluso aunque intente evitarlo. Es el caso de los gusanos del maíz, que han puesto en jaque las cosechas de extensas áreas geográficas. Como remedio se empezó a cultivar una variedad genéticamente modificada para resultar venenosa para los diminutos insectos... pero, según recoge Wired, han conseguido evolucionar y adaptarse de forma que pueden seguir alimentándose también de eso que se creó para matarles.

En The Conversation recogen otros casos, como el del muérdago, que es una planta parasitaria de la que acaban dependiendo diversas especies de pájaros. Ya sabes lo que haces cuando besas a alguien en Navidad bajo sus hojas.

Publicidad