TecnoXplora» CienciaXplora» Ecología

DE NUEVA ZELANDA A EUROPA

La peor hambruna de la historia la provocó un volcán que no se sabía que existía

Las hambrunas tienen muchas causas. Sin embargo, la hambruna más intensa de la historia tuvo una que no fue particularmente llamativa (al menos en apariencia): la erupción de un volcán en un remoto rincón de la Tierra.

La peor hambruna de la historia la provocó un volcán

La peor hambruna de la historia la provocó un volcánAgencias

Publicidad

La comida nunca ha sido tan abundante y barata como ahora. Según cifras oficiales de países como Francia, se gasta apenas un 15% de los ingresos en la alimentación mientras que, por ponerlo en perspectiva, en la década de los '50 se gastaba más del doble. El hambre y la desnutrición ya no son epidemias como en siglos anteriores. Tanto es así que incluso se podrían erradicar por completo con una distribución óptima de los recursos alimentarios disponibles.

Actualmente, entre tres y cuatro millones de personas pueden morir en el mundo a causa de complicaciones ligadas a la obesidad. Sin embargo, en el pasado la comida era tan escasa que cualquier evento imprevisto podía matar a millones de personas por justo lo contrario: el hambre.

La hambruna más mortífera y catastrófica de toda la historia de Europa azotó el continente con una violencia inaudita, sobre todo en el noroeste, entre los años 1315 y 1318. La razón de que se desencadenara esta suerte de Apocalipsis a lo 'Mad Max' fue algo en apariencia tan prosaico como la erupción de un volcán en un lugar que los europeos ignoraban que existía.

Y es que el volcán Tarawera, en Nueva Zelanda, arrojó tanta ceniza a la atmósfera terrestre que cambió el clima con efectos devastadores en la agricultura. Entre el 10% y el 15% de toda la población murió de hambre a resultas de esta modificación atmosférica.

Volcanes y comida

Son varias las ocasiones en las que la erupción de volcanes ha conducido a la humanidad a situaciones de hambre y crisis económicas, como la que tuvo lugar en Indonesia cuando explotó el volcán de Samalas en 1257. Las inmensas nubes sulfurosas lanzadas a la atmósfera circularon por todo el planeta, modificando el clima y arruinando, por consiguiente, los cultivos.

Por su parte, la erupción del Chichón, en México, también trajo consecuencias tan devastadoras que incentivó e intensificó el resurgir del movimiento de los flagelantes, quienes estaban convencidos de que el fin del mundo estaba próximo.

Resulta irónico que esta erupciones tuvieran lugar en sitios que los europeos todavía ignoraban que existían, de modo que les resultaba imposible deducir que un evento seguía al otro. Sencillamente, los cielos se oscurecían, adoptando un aspecto crepuscular, y el invierno no desaparecía, como en un episodio de 'Juego de Tronos', pero sin dragones.

La peor de todas

Pero una de esas tragedias destaca entre todas. En 1316 más de tres millones de personas murieron de hambre y de enfermedades causadas por la subalimentación debido a la erupción del Tarawera.

La situación era dantesca, tal y como describe Alessandro Giraudo en su libro 'Cuando el hierro era más caro que el oro': "Se registran casos de ancianos a los que se deja morir y de lactantes y niños pequeños a los que no se alimenta para poder sustentar a los adultos, capaces de trabajar. Se sacrifica parte del ganado, pues los animales consumen unos cereales que pueden destinarse a las personas, las cuales, a su vez, pueden alimentarse de su carne para evitar morir (...) En algunas zonas hay indicios de canibalismo practicado con difuntos (en Livonia, Silesia, Polonia, Inglaterra e Irlanda)".

Con todo, en ausencia de registros históricos fiables, hubo otra erupción que rivaliza con Tarawera, la de Sumbawa. Este volcán, también en Indonesia, expulsó una gran cantidad de ceniza a la estratosfera que, a merced de los vientos del Este, dio varias vueltas al planeta.

En unos meses, hasta el último rincón del globo tuvo un recuerdo en forma de polvo de la isla de Tambora. Se llamó a 1816 el año sin verano, y el hambre volvió a aparecer. Sin embargo, trajo algo bueno: la falta de avena para alimentar a los caballos pudo haber inspirado al inventor alemán Karl Drais el estudio de nuevas formas de transporte sin animales, inventando la dresina o velocípedo, el antecesor de la actual bicicleta y del concepto de transporte personal mecanizado. No hay mal que por bien no venga...

Publicidad