TecnoXplora » CienciaXplora » Ecología

El cerebro de los loros inspira a la inteligencia artificial

Cuando mira a un triángulo Kanizsa, la famosa ilusión óptica compuesta en la que se percibe un triángulo equilátero blanco, pero donde no existe ninguno, lo que se conoce como contorno subjetivo, Griffin no sólo contempla tres figuras que convergen la una en la otra. Él ve un triángulo. Esto, podría no parecer relevante, salvo el detalle de que Griffin es un loro.

Griffin, el loro

Griffin, el loro Irene Pepperberg

Publicidad

A pesar de que las aves poseen un sistema visual muy diferente al de los humanos, este loro puede identificar con éxito las figuras Kanizsa y las formas ocluidas, según explica Ken Nakayama, investigador asociado al Departamento de Psicología de la Universidad de Harvard (Estados Unidos) y coautor del trabajo.

Los hallazgos de la investigación sugieren que las aves pueden procesar la información visual de una forma similar a los humanos. “Hay 300 millones de años de evolución que nos separan. Sólo desde el punto de vista anatómico, el cerebro de Griffin es muy diferente al nuestro. A pesar de ello, estos datos sugieren que la solución a problemas críticos de supervivencia - como evitar a los depredadores y la búsqueda de alimentos – es muy similar a la de los seres humanos”, aclara Irene Pepperberg, coautora del trabajo.

Loro


Además de revelar lo inteligente  que es el loro Griffin -y sus parientes-, el estudio podría ofrecer una orientación importante para campos como la inteligencia artificial.

“Esto es importante, sobre todo en el contexto de nuestra comprensión del aprendizaje profundo. Estos algoritmos pueden hacer cosas sorprendentes, pero son muy frágiles en el sentido de que pueden cometer errores terribles. En realidad, nunca hemos probado un ser humano o una máquina con este tipo de prueba ... y si este animal con un cerebro relativamente primitivo puede realizar esta tarea, puede haber algo aquí que necesita ser explorado”, sentencia Nakayama.

Además del triángulo, el loro Griffin fue capaz de identificar una, dos, cuatro y seis figuras Kanizsa, y hacer lo mismo en tales formas con una esquina ocluida. El primer paso para comprobar si Griffin podía reconocer formas ocluidas era entrenarlo para reconocer formas. Utilizaron bloques de madera, e instruyeron al loro en base a su número de esquinas. Cuando se mostraba un cuadrado, por ejemplo, él respondería eventualmente diciendo cuatro. Luego, las formas ocluidas fueron impresas en papel. Al ver que Griffin era capaz de reconocerlos, sugería que el loro entendía la relación entre los dos métodos.

“Fue capaz de reconocer que este trozo de papel plano representaba el bloque cuadrado sobre el que fue entrenado. Fuimos capaces de hacer esto con objetos de una, dos, tres, cuatro y seis esquinas. Variamos el color y tamaño de los objetos, el tamaño de los dispositivos de oclusión, nunca repitió el ensayo dos veces”, comenta Pepperberg.

El estudio ha sido publicado en la revista Cognition.

Publicidad