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EXTRAÑOS PLACERES

Por qué te encanta explotar espinillas (y ver cómo otros lo hacen)

Apretar granos o sacar puntos negros puede suponer para algunos una práctica de lo más grotesca, mientras que para otros puede resultar, incluso, placentera. La clave está en las sustancias que segrega el cerebro.

La liberación de dopamina y oxitocina hace que te guste hurgar en espinillas y puntos negros

La liberación de dopamina y oxitocina hace que te guste hurgar en espinillas y puntos negros Caitlin Regan I Flickr

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Aunque para algunos el trabajo de la dermatóloga Sandra Lee puede parecer de lo más desagradable, seguro que hay quien se dedicaría a ello con gusto. Esta doctora, especializada en medicina cosmética y cirugía, pasa sus días explotando espinillas, sacando puntos negros y abriendo quistes de todas las formas, tamaños y colores.

A sabiendas de la afición de muchos a hurgar en granos y otras imperfecciones propias y ajenas, Lee decidió hace algún tiempo compartir vídeos de sus intervenciones quirúrgicas en las redes sociales. Tal ha sido el éxito cosechado por las imágenes, que la médica, más conocida como doctora Pimple Popper (algo así como ‘explotadora de espinillas’) ha estrenado recientemente su propio programa de televisión en una cadena estadounidense.

Tanto si te incluyes en ese grupo de personas que encuentran placer en observar purulentas bolsas cutáneas en erupción como si no, puede que te preguntes cuál es la razón de que un espectáculo tan singular pueda resultar atractivo e, incluso, fascinante.

Una herencia evolutiva

Por un lado, el peculiar gusto por explotar espinillas podría ser un rasgo heredado de nuestros antepasados. La tendencia natural a eliminar del cuerpo cualquier protuberancia extraña les habría servido para evitar enfermedades e infecciones, pues podría tratarse de parásitos o patógenos perjudiciales. De ahí que hayamos evolucionado para mantener esta extraña afición.

Por otro lado, eliminar las imperfecciones faciales supone para muchos una forma de limpiar su piel para conseguir un rostro uniforme. Un hábito que en algunos casos puede ser también consecuencia de la ansiedad o convertirse en un comportamiento compulsivo.

Pero, más allá del componente psicológico, hay otro factor que explica la afición por explotar granos: el gusto que produce. En ciertas personas, extraer el contenido de estas bolsas u observar cómo lo hacen puede estimular algunas partes del cerebro relacionadas con el placer. Así funciona la mente humana: por raro que parezca, las escenas desagradables pueden causarnos tanta repulsión como atracción y deleite.

El cerebro puede hacernos sentir placer ante espectáculos desagradables
El cerebro puede hacernos sentir placer ante espectáculos desagradables | Neil Conway I Flickr

Lo que ocurre en estos individuos es que la visión de las imágenes de la purga estimula el núcleo accumbens, una zona implicada en el sistema de recompensa del cerebro y a la que llega el neurotransmisor dopamina. Antes incluso de que ocurra, el espectáculo nos parece estimulante “porque puede ser asqueroso, existe la posibilidad de que haya dolor y porque las cosas pueden ponerse desagradables, como explica la neuropsicóloga estadounidense Rhonda Freeman.

Y tampoco es casualidad que a muchos les guste aplicar sus dedos en granos ajenos. Como una conducta de interacción social, los primates se acicalan y asean unos a otros, una labor que provoca en sus cerebros la liberación de oxitocina, la hormona de la felicidad. El mecanismo se activa también en los humanos cuando en el ritual participa otra persona.

Sin embargo, la respuesta no es siempre placentera. La reacción sería totalmente diferente en aquellas personas que sienten auténtico asco ante la escena y no encuentran ningún placer en ser testigos del trabajo de Lee. En estos casos se estimula intensamente otra parte del cerebro denominada corteza insular, relacionada con el sistema límbico y el procesamiento de las emociones y los estímulos del exterior, entre otras funciones.

En cuanto a por qué existen estas diferencias entre aquellos que disfrutan apretando espinillas y puntos negros (u observando el espectáculo) y aquellos que encuentran la práctica repulsiva, los científicos no han encontrado aún una respuesta. Como cualquier otra extraña afición, siempre habrá quien no la comprenda, pero esta, aunque sea algo grotesca, no hace daño a nadie.

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