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NUEVOS TRASTORNOS

La adicción a los videojuegos, a punto de convertirse en una enfermedad reconocida por la OMS

El prestigioso organismo incluirá por primera vez este trastorno mental en la Clasificación Internacional de Enfermedades de 2018.

Este documento, que no se actualiza desde 1990, aún está en fase de borrador

Este documento, que no se actualiza desde 1990, aún está en fase de borrador Pixabay

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Los tiempos cambian, y con ellos las enfermedades que nos rodean. Tanto es así que la Organización Mundial de la Salud (OMS) ha considerado oportuno poner el foco sobre los videojuegos y los trastornos que pueden generar, clasificándolos como un problema de salud. De este modo, la adicción a los videojuegos se incluirá por primera vez en la Clasificación Internacional de Enfermedades (CIE) que el organismo presentará en 2018.

Por el momento se desconoce cual será la definición exacta que se le atribuirá a este trastorno, ya que este documento que se conoce como CIE-11 aún es un borrador. Aun así, en el mismo se recogen varios criterios con los que un médico podría determinar que una enfermedad mental en torno a los videojuegos.

Ocurriría si el paciente le da una especial prioridad respecto a otras actividades vitales, cuando no es capaz de controlar su uso ni en tiempos ni en intensidad y, especialmente, cuando estas conductas se prolonguen en el tiempo sin que a la persona le importen las consecuencias negativas que esto le acarrea en su vida personal, laboral o social.

El responsable del Departamento de Salud Mental y Abuso de Sustancias de la OMS, Vladimir Poznyak, ha declarado a New Scientist que la mayoría de las personas que juegan no padecen ningún trastorno, aunque cree conveniente controlar su uso excesivo.

"El comportamiento del juego y otras características son normalmente evidentes durante un período de al menos 12 meses para que se asigne un diagnóstico, aunque la duración requerida puede acortarse si se cumplen todos los requisitos de diagnóstico y los síntomas son graves", aclara Poznyak.

La OMS comenzó a estudiar este trastorno hace una década, aunque es ahora cuando ha visto la necesidad de incluirlo en su próxima Clasificación Internacional de Enfermedades que no se actualiza desde 1990.

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