Unas imágenes en blanco y negro con circulitos amarillos y cuadraditos naranjas fueron las pruebas que presentó Estados Unidos en la ONU para justificar su ataque, para demostrar que Sadam Husseim tenía la capacidad para amenazar a Occidente. Pero ese powerpoint del secretario de estado de aquel entonces, Colin Powel no convenció a todos. No a la Europa de las grandes potencias, Francia y Alemania, pero sí a la de las pequeñas, a la de Chipre, a Malta y también a España
Desde que Bush eligió a España para ser el primer país europeo que visitaba ,Aznar estaba entregado a Bush. Él y su gobierno reverenciaban al presidente estadounidense porque nos podían ayudar en la lucha contra el terrorismo. Y por qué no, se podía presumir de la amistad del líder del mundo libre.
Una amistad surgida en el trabajo, como el de elaborar las resoluciones de la ONU para validar la invasión de Irak. Esa resolución no llega, y la guerra se acerca, al más puro estilo de los anticiclones, por las Azores. El lugar donde Aznar, Tony Blair y George Bush se reúnen para lanzar un ultimátum a Sadam. El resultado ya lo conocemos.
Tras 44 días de guerra, desde un portaviones al que llegó en avión, disfrazado de piloto, George Bush anuncia que lo peor ha pasado. La realidad no estaba muy de acuerdo con él. El 13 de diciembre de 2006 Sadam Hussein es detenido. Un año después, ajusticiado. El enemigo de Occidente, del mundo libre ha muerto, pero la guerra sigue.
La operación 'Libertad iraquí' no acaba hasta que Barack Obama anuncia la retirada de las tropas en diciembre de 2010. Hasta ese momento, 151.971 iraquiés y 4.478 soldados de la coalición murieron en la guerra. Costó un billón trescientos mil millones de euros, el Producto Interior Bruto de Canadá, la suma de los de Holanda y Suiza.
La invasión contribuyó a la radicalización del mundo islámico y nunca se encontraron las armas de destrucción masiva. Tanto el Senado como la Casa Blanca admitieron que las pruebas se exageraron, que la CIA se equivocó.
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