En España, la lucha contra el tabaco comenzó con la Ley de 1988 que, aunque todavía permitía que se fumase libremente en aviones y parques infantiles, introdujo zonas específicas para fumadores en autobuses, trenes, hospitales y centros educativos.

Entre 1992 y 1999, los cambios normativos sólo afectaron a los pasajeros de vuelos nacionales, que tuvieron que comenzar a aguantar las ganas hasta tomar tierra. Y no se volvió a hablar del tema hasta seis años más tarde. Entonces, la guerra contra los cigarrillos contó con dos batallas fundamentales: las libradas en el Congreso en 2005 y 2010.

La primera de las leyes, de 2005, sacó el tabaco definitivamente de colegios, institutos, universidades y lugares de trabajo (uno de los puntos más negros del tabaquismo), pero mantuvo la 'zona de fumadores' en los locales hosteleros. Una zona que desapareció completamente cinco años después con la entrada en vigor de la segunda de las normas.

La ley de 2010 endurecía las directrices y prohibía fumar en cualquier tipo de espacio cerrado e ncluso  junto a  Hospitales y áreas de recreo infantiles. Así que, con los cigarrillos desterrados de nuestra vida social, llegaron los primeros estudios de la Sociedad Española de Epidemiología y, gracias a ellos, supimos que el número de fallecidos por tabaquismo se redujo durante el primer año un 13%. Datos positivos que se mantienen año tras año.

El Comité Nacional para la prevención del Tabaquismo dicen también que España es el país de la UE en el que más ha bajado el número de fumadores pasivos. Unos fumadores que llevaban décadas respirando el humo de los cigarrillos y que podrían volver a hacerlo dependiendo de la Comunidad Autónoma en la que residan.

Y aunque para muchos políticos, el fin justifique los medios, las matemáticas no fallan. Según el Comité, la recaudación fiscal obtenida del tabaco asciende a cerca de 9.300 millones de euros anuales, pero el gasto sanitario que produce su consumo es más alto 14.710 millones. Además, 700.000 personas mueren cada año en Europa por culpa de esta adicción y en España, la cifra alcanza las 55.000.