Podríamos tirar de tópico y decir que parece que fue ayer, pero no, porque en los 365 días de Luis Bárcenas en la prisión de Soto del Real ha pasado de todo.
Para empezar, no necesitó demasiado tiempo para adaptarse. Desde la prisión nos cuentan que muchos reclusos querían hablar con él y que incluso le pedían autógrafos.
Mató el tiempo jugando las cartas con las bebidas compradas con sus 80 euros mensuales de economato para el vencedor, hablando por teléfono cuando le toca, leyendo y estudiando incluso su propio caso, haciendo deporte y yoga, rezando en un culto evangélico.
En fin, que aunque hay momentos en los que pierde la paciencia, como en enero, cuando en un traslado a un hospital por una alergia se encaró a varios funcionarios y acabó sancionado sin paseos durante 140 días, su adaptación es buena.
Otro ejemplo de ello: sólo un mes después de entrar encontró a alguien nada más llegar que le trajera sus puros preferidos para fumarlos en el patio de la prisión.
Y la mayoría de estas acciones de su día a día las hemos podido ver gracias a una exclusiva de esta casa, que tuvo acceso a una grabación con cámara oculta que provocó que el debate llegara al Congreso.
Y que Bárcenas amagara con no volver a salir jamás de su celda por miedo a perder su intimidad y se iniciara una investigación para saber quién las grabó. En fin, que la tecnología le jugó una mala pasada, igual que a los jueces.
Porque otro de las constantes de este año ha sido el rastreo de información de los ordenadores. Así nos enteramos de sus problemas con Cospedal por haber irrumpido en su despacho de la calle Génova y varias denuncias posteriores por ello.
Pudimos comprobar que, para tener cuentas tan millonarias, al menos uno de sus dos ordenadores es casi prehistórico. En cualquier caso, todo fue formateado a conciencia, lo que también provocó un debate sobre si el PP estaba ocultando pruebas.
No encontraron información los jueces, ni el cura, y no es una expresión. El 23 de octubre de 2013, un hombre de 64 años irrumpió en casa Bárcenas disfrazado de sacerdote, con una pistola de fogueo y maniató a su mujer Rosalía y a su hijo Guillermo.
Buscaba “los discos duros”, al parecer, pero lo que ha encontrado recientemente es una condena de 22 años de prisión. Ese fue quizá el momento más duro de Bárcenas en estos 12 meses. Porque su principal preocupación es la familia.
Por eso Bárcenas llegó a solicitar al juez que liberara 5.000 euros al mes para ellos, porque no tenían “ni para Cocacola”. Para Coca-Cola no, pero para un coche de 92.000 euros sí y ya una vez encarcelado, según descubrió el Servicio de Blanqueo de Capitales del Banco de España.
Al final, la Audiencia Nacional les concedió 300 euros al mes para gastos de comida, pero sus cuentas y el chalet de Baqueira Beret siguen embargados. Y Bárcenas sigue encarcelado, tras cinco peticiones formales de libertad y tras cinco negativas por parte de la Audiencia Nacional.
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