Esposados, con paso lento y sabiendo que se enfrentan a una pena de Prisión Permanente Revisable. Así entran en la sala de la Audiencia Provincial de Valladolid Davinia Muñoz y Roberto Hernández (la madre de Sara y su pareja) para enfrentarse al juez, al jurado y a los testimonios de los testigos por la muerte de la menor, de cuatro años, en agosto de 2017.

"Me llamó la Policía. Me pidieron perdón por las molestias pero tu hija ha fallecido", explica entre sollozos el padre biológico de la menor.

Es el padre biológico de Sara, se encontraba en Rumanía, su país de origen, cuando le contaron lo que había pasado y, de inmediato, volvió a Valladolid. Nunca ha creído que Daniela, su expareja, pueda estar implicada: "La quería mucho a Sara, muchísimo".

Pero esa preocupación no la percibieron los investigadores que interrogaron a Davinia: "Le dijimos que había muerto, baja cabeza, ligero sollozo y ya".

En la Audiencia han testificado ya los agentes que llevaron el caso, vecinos, amigos, profesoras y forenses, que han certificado que Sara murió tras ser golpeada de forma contundente en la cabeza. Hasta el pediatra que atendió a la pequeña semanas antes del crimen.

Al maltrato previo y al asesinato suman otra acusación. Roberto habría agredido sexualmente a Sara antes de matarla, y los forenses lo han demostrado, aunque él lo niega: "Yo no he intervenido en ninguna lesión. Nunca he pegado a Sara y jamás lo haría".

La propia Davinia también lo negó ante la policía y ante el juez: "Hasta que no vi la autopsia no sabía si qué había pasado ni nada". Aunque la Fiscalía cree que ella estaba al tanto de todo.

Y todo habría ocurrido en apenas unos meses, el tiempo que Daniela y Roberto estuvieron juntos y conviviendo en esta casa. Ambos salían de relaciones recientes. El padre biológico de Sara se fue de casa cuando llegó Roberto.

Precisamente él, Martinel, estaba, según la Fiscalía, en el punto de mira de Roberto. Y la prueba serían los whatsapps que borró, pero que los investigadores recuperaron. En ellos el acusado expresaba su odio y rechazo hacia los extranjeros.

Un rechazo, un odio, en palabras del Ministerio Fiscal que sería el auténtico móvil del crimen, por qué Roberto Hernández, de 35 años, maltrató, agredió sexualmente y mató a Sara Feraru, que tan sólo tenía cuatro años.