Es la séptima en la línea sucesoria, así que una renuncia sería meramente simbólica. Pero no quiere hacerlo, y el rey tampoco se lo ha pedido.

La infanta Cristina está dispuesta a apoyar a su marido hasta el final, y junto a él se ha sentado a la mesa con sus padres en Nochebuena. Y junto a él se marchó a Ginebra después del verano pasado para proteger a sus hijos del ciclón en el que estaban metidos.

Allí seguirán, lejos de Zarzuela, de Pedralbes, de Palma y del príncipe de Asturias. Porque precisamente Don Felipe, el heredero, es el más interesado en mantener las distancias.