El rey Felipe VI pronunciaba un discurso de Navidad histórico en muchos sentidos. Era la primera vez que el nuevo monarca se asomaba a los hogares españoles para hacer balance del año. Además, le tocaba valorar, o esquivar, el juicio oral al que podría enfrentarse su hermana por "cooperadora del fraude de su marido". Por último se le esperaba la disección de una España convulsa, con un mapa político que amenaza tormenta.

"Necesitamos una profunda regeneración de nuestra vida colectiva"

Arrancaba el rey dando la gracias por poder entrar en las casas en un "momento que es, sobre todo, de cercanía y de reencuentro". Tras el protocolario saludo, Felipe VI centraba su alocución en uno de los temas que más preocupan a los españoles: la corrupción. "La dureza y duración de la crisis económica produce en muchas familias incertidumbre por su futuro", afirmaba el rey, y cerraba la reflexión explicando que "las conductas que se alejan del comportamiento que cabe esperar de un servidor público, provocan, con toda razón, indignación y desencanto".

Tras opinar que necesitamos "una profunda regeneración de nuestra vida colectiva", Felipe VI sostenía que "la lucha contra la corrupción es un objetivo irrenunciable".

El discurso estaba muy condicionado por la actualidad de la Casa Real, con una infanta Cristina muy cerca del banquillo. Su implicación en el caso Nóos cada día parece más indefendible y, aunque no lo hacía de forma explícita, sí que dejaba un mensaje de tranquilidad para quienes piensan que no todos somos ante la ley.

"Debemos cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción"

"Los ciudadanos necesitan estar seguros de que el dinero público se administra para los fines legalmente previstos; que no existen tratos de favor por ocupar una responsabilidad pública; que desempeñar un cargo público no sea un medio para aprovecharse o enriquecerse; que no se empañe nuestro prestigio y buena imagen en el mundo”, sentenciaba Felipe VI, para terminar pidiendo: "Debemos cortar de raíz y sin contemplaciones la corrupción".

Tras el ya tradicional renglón económico, Felipe VI recordaba que  "los índices de desempleo son todavía inaceptables y frustran las expectativas de nuestros jóvenes y de muchos más hombres y mujeres que llevan tiempo en el paro". Sin embargo, el monarca se refería a las "magnitudes macroeconómicas" de forma positiva, rescatando la tesis que apunta al crecimiento y a la creación de empleo.

"Millones de españoles llevan, llevamos, a Cataluña en el corazón"

Cerraba entonces el libro de cuentas y abría el capítulo quizás más sentimental, el debate secesionista de Cataluña.  Felipe VI lanzaba un mensaje de unidad apelando a la razón y al corazón. Concedía que “desde Cataluña se ha contribuido a la estabilidad política de toda España y a su progreso económico”, para redundar en el afecto: "Es evidente que todos nos necesitamos".

Delimitado el asunto económico, acudía a lo emocional: "Millones de españoles llevan, llevamos, a Cataluña en el corazón. Como también para millones de catalanes los demás españoles forman parte de su propio ser. Por eso me duele y me preocupa que se puedan producir fracturas emocionales, desafectos o rechazos entre familias, amigos o ciudadanos. Nadie en la España de hoy es adversario de nadie", proclamaba.

En este punto reconocía que España es "una fuerza única" por la suma de las diferencias que "debemos comprender y respetar". "Todo lo que hemos alcanzado juntos nace de la fuerza de la unión. Y la fuerza de esa unidad es la que nos permitirá llegar más lejos y mejor en un mundo que no acepta ni la debilidad ni la división de las sociedades, y que camina hacia una mayor integración".

"Nadie en la España de hoy es adversario de nadie"

En una última parte del discurso más amable, el rey ponía el acento en esta nueva etapa de la Monarquía en la que, según cuenta, se ha sentido muy respaldado: "A lo largo de estos últimos meses me habéis rodeado de vuestro respeto, afecto y cariño. Sinceramente, me he sentido querido y apreciado y os lo agradezco de corazón".

Felipe VI dejaba atrás el embrollo inicial para preparar una despedida dulce, cargada de esperanza. Palabras como "orgullo", "integración", "vitalidad" e "ilusión" cobraban fuerza y cimentaban un último mensaje: “Regenerar nuestra vida política, recuperar la confianza de los ciudadanos en sus instituciones, garantizar nuestro Estado del Bienestar y preservar nuestra unidad desde la pluralidad son nuestros grandes retos. No son tareas sencillas. No son retos fáciles. Pero los vamos a superar, sin duda; estoy convencido de ello”.