Erdogan, presidente de Turquía, estalla y lanza un desafío. "Mírenme, si van más lejos, abriremos la frontera. No amenazas vacías". A continuación, recibe una ovación. Está enfurecido y habla directamente a la Unión Europea.

"Nunca han sido honestos con la gente. No fueron ustedes quienes recogieron el cuerpo del pequeño Aylan (Kurdi) que apareció en la playa. Somos nosotros quienes damos cobijo a entre tres y tres millones y medio de refugiados en este país. Ustedes no han mantenido sus promesas", añade.

Es su airada y previsible reacción tras aprobación de una resolución no vinculante en el Parlamento Europeo pidiendo congelar las negociaciones de adhesión con Turquía. El motivo, es la purga que aún colea tras el intento de golpe de estado del pasado julio.

Nada menos que 36.000 personas detenidas pendientes de juicio, entre ellas 10 diputados. También 2.700 jueces y fiscales arrestados y hasta 110.000 empleados públicos detenidos o apartados de sus cargos.

Tras el gesto del Parlamento comunitario, Erdogan amenaza con dejar de ser el tapón que contiene a los refugiados. Por el acuerdo de la vergüenza del pasado marzo, Turquía aceptó recibir de vuelta a los que lograran llegar a Grecia desde sus costas.

Los refugiados no desaparecieron, pero sí de nuestra vista. Pero una de las contrapartidas era retomar el proceso de adhesión de Turquía, paralizado de facto. Ahora, podría saltar todo por los aires.