El estado de Texas ha ejecutado a un hispano condenado a muerte por asesinar a un niño de 12 años del que se bebió la sangre mientras todavía estaba vivo en 1998. El hombre, de 38 años, murió tras recibir una inyección letal en la prisión de Huntsville, de acuerdo con la notificación del Departamento de Justicia Criminal de Texas. Sus últimas palabras fueron: "Lo siento por la familia de David. Esta es la única manera de que me perdonen. Aquí tenéis vuestra justicia".

Antes antes de la ejecución, los magistrados del Tribunal Supremo de Estados Unidos rechazaron un recurso de última hora presentado por los abogados del preso en el que argumentaban que no tuvo un "juicio justo” Los hechos sucedieron el 18 de abril de 1998, la víctima, el ejecutado y un primo suyo se fueron de una fiesta a la que habían acudido juntos y en la que según el asesino  había consumido drogas -marihuana y cocaína- y alcohol.

En declaraciones, el ejecutado dijo escuchó  "voces" en su cabeza que lo incitaron a matar al menor. Con un trozo de tubería lo atacó por la espalda y después le cortó la garganta mientras su primo, que tenía 15 años, empezaba a cavar un hueco. "Él todavía hablaba, fue entonces cuando lo alcé. La sangre le chorreaba y me empapó toda la cara. Algo me dijo entonces que me la bebiera", confesó a la Policía.

Después de esa macabra escena, el primo remató al niño golpeándolo con la misma pala con la que estaba cavando la tumba y entre los dos le cortaron los brazos, un pie y trataron de descuartizarlo, sin éxito. El cadáver lo escondieron en el hueco y lo cubrieron con hierba y ramas. "El diablo me estaba diciendo que lo hiciera", apuntó Vásquez, lo que llevó a los investigadores a barajar como hipótesis un crimen satánico, aunque después lo descartaron.

La Policía halló el cuerpo del menor al cabo de cuatro días después de que su hermana denunciara la desaparición. Al primer agresor lo condenaron a muerte, mientras que a su primo, menor de edad en ese entonces, cumple una pena de 35 años de cárcel.