Alba no puede recibir en Extremadura el tipo de radioterapia más conveniente para su cáncer, por lo que tendrá que desplazarse durante cinco semanas a Salamanca. La estancia a 300 kilómetros de su hogar les costará a sus padres cerca de 2.000 euros, un importe que el Estado no llegará a cubrir del todo.

El padre asegura que el Estado les “ayuda con un piso compartido, pero la situación de Alba es un poco especial y no puede estar en uno”. “Estamos agradecidos por la ayuda pero evidentemente es poca cosa”, añade. Con las defensas más bajas de lo normal, para Alba este viaje tampoco será fácil porque dice que en Extremadura está “con su ambiente y no sabe cómo le va a sentar”.

Esta es la situación a la que se enfrentan muchos de los pacientes oncológicos en España. Por eso, la ‘Asociación de Pacientes con Cáncer’ cree que recibir un tratamiento es cuestión de suerte. No sólo depende de la aprobación del medicamento en el país, sino también de las Comunidades Autónomas y de la propia gerencia de los hospitales.

“Teóricamente en todos los países debería estar accesible el fármaco, pero algunas comunidades y hospitales tienen cerradas las puertas a estos tratamientos, lo que dificulta que los pacientes puedan llegar a ellos”, cuenta Begoña, presidenta del ‘Grupo Español de Pacientes con Cáncer’ (GEPAC).

A Antonio le recomendaron entrar en un tratamiento experimental que sólo se aplicaba en Santiago y no en su lugar de residencia, Lugo. Después de meses sin tratarse, él cree que su estado de salud ha empeorado por esa misma razón. “Gracias a este empeoramiento yo no sé cuánto voy a durar, seguro que mucho menos de lo habría durado si me habrían tratado”, asegura. La incertidumbre a la que se enfrenta, asegura la ‘Asociación de Pacientes con Cáncer’, es “la misma que comparten muchos otros pacientes”.