Apenas tres calles encierran toda una ciudad: tiene supermercado, bar, tiendas y parques, todo para que ellos vivan de forma autónoma o al menos crean hacerlo.

Porque en realidad, quienes les acompañan no son sus vecinos, son enfermeros y es una residencia holandesa para pacientes con demencia y Alzheimer. Un gran teatro, como lo llama su director por aquello de que nada es lo que parece.

De eso se trata. De que todos trabajen para hacer felices a unos pacientes que aquí sufren menos estrés que viviendo en una gran ciudad. Además, no se pueden perder por la calle y para que se sientan como en su antigua casa tienen siete opciones para elegir la decoración más familiar en sus habitaciones.

A pesar de que no es barato, cuesta unos tres 3.500 euros al mes, ya existen varias residencias de estas por todo el mundo. Otra está en Suiza y en Inglaterra se han tomado tan en serio la decoración, que la de Bristol está ambientada en los años 50. El objetivo es trasladarles a esos años, la época dorada de los residentes.